Página 233 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

Las plagas de Egipto
229
divino. Hizo lo que se le mandó; pero ellos no quisieron prestarle
atención. Dice la Escritura: “Mas ellos no escuchaban, ... a causa de
la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre.” De nuevo llegó el
mensaje divino a Moisés: “Entra, y habla a Faraón rey de Egipto, que
deje ir de su tierra a los hijos de Israel.” Desalentado contestó: “He
aquí los hijos de Israel no me escuchan: ¿cómo pues me escuchará
Faraón?” Se le dijo que llevara a Aarón consigo, y que se presentara
ante Faraón, para pedir otra vez “que deje ir de su tierra a los hijos
de Israel.”
Se le dijo que el monarca no cedería hasta que Dios visitara
con sus juicios a Egipto y sacara a Israel mediante una señalada
[267]
manifestación de su poder. Antes de enviar cada plaga, Moisés había
de describir su naturaleza y sus efectos, para que el rey se salvara de
ella si quería. Todo castigo despreciado sería seguido de uno más
severo, hasta que su orgulloso corazón se humillara, y reconociera al
Hacedor del cielo y de la tierra como el Dios verdadero y viviente. El
Señor iba a dar a los egipcios la oportunidad de ver cuán vana era la
sabiduría de sus hombres fuertes, cuán débil el poder de sus dioses,
que se oponían a los mandamientos de Jehová. Castigaría al pueblo
egipcio por su idolatría, y anularía las supuestas bendiciones que
decían recibir de sus dioses inanimados. Dios glorificaría su propio
nombre para que otras naciones oyeran de su poder y temblaran ante
sus prodigios, y para que su pueblo se apartara de la idolatría y le
tributara verdadera adoración.
Otra vez Moisés y Aarón entraron en los señoriales salones
del rey de Egipto. Allí, rodeados de altas columnas y relucientes
adornos, de bellas pinturas y esculturas de los dioses paganos, ante
el monarca del reino más poderoso de aquel entonces, estaban de pie
los dos representantes de la raza esclavizada, con el objeto de repetir
el mandato de Dios que requería que Israel fuese librado. El rey
exigió un milagro, como evidencia de su divina comisión. Moisés y
Aarón habían sido instruidos acerca de cómo proceder en caso de
que se hiciese tal demanda, de manera que Aarón tomó la vara y la
arrojó al suelo ante Faraón. Ella se convirtió en serpiente. El monarca
hizo llamar a sus “sabios y encantadores,” y “echó cada uno su vara,
las cuales se volvieron culebras: mas la vara de Aarón devoró las
varas de ellos.” Entonces el rey, más decidido que antes, declaró que
sus magos eran iguales en poder a Moisés y Aarón; denuncio a los