Página 234 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
siervos del Señor como impostores, y se sintió seguro al resistir sus
demandas. Sin embargo, aunque menospreció su mensaje, el poder
divino le impidió que les hiciese daño.
Fué la mano de Dios, y no la influencia ni el poder de origen
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humano que poseyeran Moisés y Aarón, lo que obró los milagros
hechos ante Faraón. Aquellas señales y maravillas tenían el propósi-
to de convencer a Faraón de que el gran “YO SOY” había enviado
a Moisés, y que era deber del rey permitir a Israel que saliera para
servir al Dios viviente. Los magos también hicieron señales y ma-
ravillas; pues no obraban por su propia habilidad solamente, sino
mediante el poder de su dios, Satanás, quien les ayudaba a falsificar
la obra de Jehová.
Los magos no convirtieron sus varas en verdaderas serpientes;
ayudados por el gran engañador, produjeron esa apariencia mediante
la magia. Estaba más allá del poder de Satanás cambiar las varas en
serpientes vivas. El príncipe del mal, aunque posee toda la sabiduría
y el poder de un ángel caído, no puede crear o dar vida; esta prerroga-
tiva pertenece sólo a Dios. Pero Satanás hizo todo lo que estaba a su
alcance. Produjo una falsificación. Para la vista humana las varas se
convirtieron en serpientes. Así lo creyeron Faraón y su corte. Nada
había en su apariencia que las distinguiese de la serpiente producida
por Moisés. Aunque el Señor hizo que la serpiente verdadera se
tragara a las falsas, Faraón no lo consideró como obra del poder de
Dios, sino como resultado de una magia superior a la de sus siervos.
Faraón deseaba justificar la terquedad que manifestaba al resis-
tirse al divino mandato, y buscó algún pretexto para menospreciar
los milagros que Dios había hecho por medio de Moisés. Satanás
le dió exactamente lo que quería. Mediante la obra que realizó por
intermedio de los magos, hizo aparecer ante los egipcios a Moisés
y Aarón como simples magos y hechiceros, y dió así a entender
que su demanda no merecía el respeto debido al mensaje de un ser
superior. En esta forma la falsificación satánica logró su propósito;
envalentonó a los egipcios en su rebelión y provocó el endurecimien-
to del corazón de Faraón contra la convicción del Espíritu Santo.
Satanás también esperaba turbar la fe de Moisés y de Aarón en el
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origen divino de su misión, a fin de que sus propios instrumentos
prevaleciesen. No quería que los hijos de Israel fuesen libertados de
su servidumbre, para servir al Dios viviente.