Página 240 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
desde que fué habitada. Y aquel granizo hirió en toda la tierra de
Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias;
asimismo hirió el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos
los árboles del país.” La ruina y la desolación marcaron la senda del
ángel destructor. Sólo se salvó la región de Gosén. Se demostró a
los egipcios que la tierra está bajo el dominio del Dios viviente, que
los elementos responden a su voz, y que la única seguridad consiste
en obedecerle.
Todo Egipto tembló ante el tremendo juicio divino. Faraón llamó
aprisa a los dos hermanos y dijo: “He pecado esta vez. Jehová es
justo, y yo y mi pueblo impíos. Orad a Jehová: y cesen los truenos
de Dios y el granizo; y yo os dejaré ir, y no os detendréis más.”
Moisés contestó: “En saliendo yo de la ciudad extenderé mis manos
a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que
sepas que de Jehová es la tierra. Mas yo sé que ni tú ni tus siervos
temeréis todavía la presencia del Dios Jehová.”
Moisés sabía que la lucha aun no había terminado. Las confesio-
nes de Faraón así como sus promesas no eran efecto de un cambio
radical en su mente o en su corazón, sino que eran arrancadas por
el terror y la angustia. No obstante, Moisés prometió responder a
su súplica, pues no deseaba darle oportunidad de continuar en su
terquedad. El profeta, sin hacer caso de la furia de la tempestad,
salió y Faraón y toda su hueste fueron testigos del poder de Jehová
para preservar a su mensajero. Habiendo salido fuera de la ciudad,
Moisés “extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el
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granizo; y la lluvia no cayó más sobre la tierra.” Pero tan pronto
como el rey se hubo tranquilizado de sus temores, su corazón volvió
a su perversidad.
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Entra a Faraón; porque yo he
agravado su corazón, y el corazón de sus siervos, para dar entre ellos
estas mis señales; y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las
cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que dí entre ellos, y para
que sepáis que yo soy Jehová.”
El Señor estaba manifestando su poder, para afirmar la fe de
Israel en él como único Dios verdadero y viviente. Daría inequívocas
pruebas de la diferencia que hacía entre ellos y los egipcios, y haría
que todas las naciones supiesen que los hebreos, a quienes ellos
habían despreciado y oprimido, estaban bajo la protección del Cielo.