Página 245 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La pascua
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delante de mí dirán: Sal tú, y todo el pueblo que está bajo de ti; y
después de esto yo saldré.” (Véase Exodo 11; 12.)
Antes de ejecutar esta sentencia, el Señor por medio de Moisés
instruyó a los hijos de Israel acerca de su salida de Egipto, sobre todo
para preservarlos de la plaga inminente. Cada familia, sola o reunida
con otra, había de matar un cordero o un cabrito, “sin defecto,” y con
un hisopo había de tomar de la sangre y ponerla “en los dos postes y
en el dintel de las casas en que lo han de comer,” para que el ángel
destructor que pasaría a medianoche, no entrase a aquella morada.
Habían de comer la carne asada, con hierbas amargas y pan sin
levadura, de noche, y como Moisés dijo: “Ceñidos vuestros lomos,
vuestros zapatos en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano;
y lo comeréis apresuradamente: es la Pascua de Jehová.”
El Señor declaró: “Yo pasaré aquella noche por la tierra de
Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así en los
hombres como en las bestias: y haré juicios en todos los dioses de
Egipto.... Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros
estéis; y veré la sangre, y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros
plaga de mortandad, cuando heriré la tierra de Egipto.”
Para conmemorar esta gran liberación, el pueblo de Israel había
de celebrar una fiesta anual a través de las generaciones futuras.
“Y este día os ha de ser en memoria, y habéis de celebrarlo como
solemne a Jehová durante vuestras generaciones: por estatuto per-
petuo lo celebraréis.” Cuando en los años venideros festejaran este
acontecimiento habían de repetir a sus hijos la historia de su gran
liberación, o como les dijo Moisés: “Vosotros responderéis: Es la
víctima de la Pascua de Jehová, el cual pasó las casas de los hijos de
Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas.”
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Además, tanto el primogénito de los hombres como el de las
bestias, había de ser del Señor, si bien podía ser redimido mediante
un rescate con el cual reconocian que, al perecer los primogénitos de
Egipto, los de Israel, que fueron guardados bondadosamente, habrían
sufrido la misma suerte de no haber sido por el sacrificio expiatorio.
“Mío es todo primogénito—declaró el Señor;—desde el día que yo
maté todos los primogénitos en la tierra de Egipto, yo santifiqué a mí
todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales:
míos serán.”
Números 3:13
. Después de la institución del culto en el
tabernáculo, el Señor escogió para sí la tribu de Leví, para la obra del