Página 246 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
santuario, en vez de los primogénitos de Israel. Dijo: “Me son a mí
dados los Levitas de entre los hijos de Israel, ... helos tomado para mí
en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel.”
Números
8:16
. Sin embargo, todo el pueblo debía pagar, en reconocimiento de
la gracia de Dios, un precio por el rescate del primogénito.
Números
18:15, 16
.
La pascua había de ser tanto conmemorativa como simbólica. No
sólo recordaría la liberación de Israel, sino que también señalaría la
liberación más grande que Cristo habría de realizar para libertar a su
pueblo de la servidumbre del pecado. El cordero del sacrificio repre-
senta al “Cordero de Dios,” en quien reside nuestra única esperanza
de salvación. Dice el apóstol: “Nuestra pascua, que es Cristo, fué
sacrificada por nosotros.”
1 Corintios 5:7
. No bastaba que el cordero
pascual fuese muerto; había que rociar con su sangre los postes de
las puertas, como los méritos de la de Cristo deben aplicarse al alma.
Debemos creer, no sólo que él murió por el mundo, sino que murió
por cada uno individualmente. Debemos apropiarnos la virtud del
sacrificio expiatorio.
El hisopo usado para rociar la sangre era un símbolo de la pu-
rificación. Era empleado para la limpieza del leproso y de quienes
estaban inmundos por su contacto con los muertos. Se ve su signi-
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ficado también en la oración del salmista: “Purifícame con hisopo,
y seré limpio: lávame, y seré emblanquecido más que la nieve.”
Salmos 51:7
.
El cordero había de prepararse entero, sin quebrar ninguno de
sus huesos. De igual manera, ni un solo hueso había de quebrarse
del Cordero de Dios, que iba a morir por nosotros.
Éxodo 12:46
;
Juan 19:36
. En esa forma también se representaba la plenitud del
sacrificio de Cristo.
La carne debía comerse. Para alcanzar el perdón de nuestro
pecado, no basta que creamos en Cristo; por medio de su Palabra
debemos recibir por fe constantemente su fuerza y su alimento
espiritual. Cristo dijo: “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre,
y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna.” Y para explicar lo
que quería decir, agregó: “Las palabras que yo os he hablado, son
espíritu, y son vida.”
Juan 6:53, 54, 63
.