Página 250 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Capítulo 25—El éxodo
Con los lomos ceñidos, las sandalias calzadas, y el bordón en
la mano, el pueblo de Israel permanecía en silencio reverente, y sin
embargo expectante, aguardando que el mandato real les ordenara
ponerse en marcha. Antes de llegar la mañana, ya estaban en camino.
Durante el tiempo de las plagas, ya que la manifestación del poder
de Dios había encendido la fe en los corazones de los siervos y había
infundido terror en sus opresores, los israelitas se habían reunido
poco a poco en Gosén; y no obstante lo repentino de la huída, se
habían tomado ya algunas medidas para la organización y dirección
de la multitud durante la marcha, dividiéndola en compañías, bajo
la dirección de un jefe cada una.
Y salieron “como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar
los niños. Y también subió con ellos grande multitud de diversa
suerte de gentes.”
Éxodo 12:34-39
. Esta multitud se componía no
sólo de los que obraron movidos por la fe en el Dios de Israel, sino
también de un número mayor de individuos que trataban únicamente
de escapar de las plagas, o que se unieron a las columnas en marcha
por pura excitación y curiosidad. Esta clase de personas fué siempre
un obstáculo y un lazo para Israel.
El pueblo llevó consigo también “ovejas, y ganados muy mu-
chos.” Estos eran propiedad de los israelitas, que nunca habían ven-
dido sus posesiones al rey, como lo habían hecho los egipcios. Jacob
y sus hijos habían llevado su ganado consigo a Egipto, y allí ha-
bía aumentado grandemente. Antes de salir de Egipto, el pueblo,
siguiendo las instrucciones de Moisés, exigió una remuneración por
su trabajo que no le había sido pagado; y los egipcios estaban tan
ansiosos de deshacerse de ellos que no les negaron lo pedido. Los
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esclavos se marcharon cargados del botín de sus opresores.
Aquel día completó la historia revelada a Abrahán en visión
profética siglos antes: “Ten por cierto que tu simiente será peregrina
en tierra no suya, y servirá a los de allí, y serán por ellos afligidos
cuatrocientos años. Mas también a la gente a quien servirán, juzgaré
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