Página 268 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
todos los flacos que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y
trabajado; y no temió a Dios.... Raerás la memoria de Amalec de
debajo del cielo: no te olvides.”
Deuteronomio 25:17-19
. Tocante a
este pueblo impío declaró el Señor: “La mano de Amalec se levanta
contra el trono de Jehová.”
Éxodo 17:16 (VM)
.
Los amalecitas no desconocían el carácter de Dios ni su sobe-
ranía, pero en vez de temerle, se habían empeñado en desafiar su
poder. Las maravillas hechas por Moisés ante los egipcios fueron
tema de burla para los amalecitas, y se mofaron de los temores de los
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pueblos circunvecinos. Habían jurado por sus dioses que destruirían
a los hebreos de tal manera que ninguno escapase, y se jactaban de
que el Dios de Israel sería impotente para resistirles. Los israelitas
no les habían perjudicado ni amenazado. En ninguna forma habían
provocado el ataque. Para manifestar su odio y su desafío a Dios,
los amalecitas trataron de destruir al pueblo escogido.
Durante mucho tiempo habían sido pecadores arrogantes, y sus
crímenes clamaban a Dios exigiendo venganza; sin embargo, su
misericordia todavía los llamaba al arrepentimiento; pero cuando
cayeron sobre las cansadas e indefensas filas de Israel, sellaron la
suerte de su propia nación. El cuidado de Dios se manifiesta en favor
de los más débiles de sus hijos. Ningún acto de crueldad u opresión
hacia ellos se pasa por alto en el cielo. La mano de Dios se extiende
como un escudo sobre todos los que le aman y temen; cuídense los
hombres de no herir esa mano; porque ella blande la espada de la
justicia.
No muy lejos del sitio donde los israelitas estaban entonces
acampados se hallaba la casa de Jetro, el suegro de Moisés. Jetro
había oído hablar de la liberación de los hebreos, y fué a visitarlos,
para llevar a la presencia de Moisés su esposa y sus dos hijos. El
gran jefe supo, mediante mensajeros, que su familia se acercaba
y salió con regocijo a recibirla. Terminados los primeros saludos,
la condujo a su tienda. Moisés había hecho regresar a su familia
cuando iba a cumplir su peligrosa tarea de sacar a los israelitas de
Egipto, pero ahora nuevamente podría gozar del alivio y el consuelo
de su compañía. Relató a Jetro la manera en que Dios había obrado
maravillosamente en favor de Israel, y el patriarca se regocijó y
bendijo al Señor, y se unió a Moisés y a los ancianos para ofrecer