Capítulo 28—La idolatría en el Sinaí
Este capítulo está basado en Éxodo 32 a 34.
La ausensia de Moisés fué para Israel un tiempo de espera e in-
certidumbre. El pueblo sabía que él había subido al monte con Josué,
y que había entrado en la densa y obscura nube que se veía desde la
llanura, sobre la cúspide del monte, y era iluminada de tanto en tanto
por los rayos de la divina presencia. Esperaron ansiosamente su
regreso. Acostumbrados como estaban en Egipto a representaciones
materiales de los dioses, les era difícil confiar en un Ser invisible,
y habían llegado a depender de Moisés para mantener su fe. Ahora
él se había alejado de ellos. Pasaban los días y las semanas, y aún
no regresaba. A pesar de que seguían viendo la nube, a muchos les
parecía que su dirigente los había abandonado, o que había sido
consumido por el fuego devorador.
Durante este período de espera, tuvieron tiempo para meditar
acerca de la ley de Dios que habían oído, y preparar sus corazones
para recibir las futuras revelaciones que Moisés pudiera hacerles.
Pero no dedicaron mucho tiempo a esta obra. Si se hubieran consa-
grado a buscar un entendimiento más claro de los requerimientos de
Dios, y hubieran humillado sus corazones ante él, habrían sido escu-
dados contra la tentación. Pero no obraron así y pronto se volvieron
descuidados, desatentos y licenciosos. Esto ocurrió especialmente
entre la “multitud mixta.” (V.M.) Sentían impaciencia por seguir
hacia la tierra prometida, que fluía leche y miel. Les había sido
prometida a condición de que obedecieran; pero habían perdido de
vista ese requisito. Algunos sugirieron el regreso a Egipto; pero ya
fuera para seguir hacia Canaán o para volver a Egipto, la masa del
pueblo resolvió no esperar más a Moisés.
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Sintiéndose desamparados debido a la ausencia de su jefe, vol-
vieron a sus antiguas supersticiones. La “multitud mixta” fué la
primera en entregarse a la murmuración y la impaciencia, y de su
seno salieron los cabecillas de la apostasía que siguió. Entre los
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