Página 290 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

286
Historia de los Patriarcas y Profetas
que él puede hablar bien” (
Éxodo 4:14
), el que no impidió a los
idólatras que cumplieran su osado propósito contra el Cielo. Fué
Aarón, por medio de quien Dios había obrado y enviado juicios
sobre los egipcios y sus dioses, el que sin inmutarse oyó proclamar
ante la imagen fundida: “Estos son tus dioses, que te sacaron de la
tierra de Egipto.” Fué él, que presenció la gloria del Señor cuando
estuvo con Moisés en el monte y que no había visto nada en ella
de lo cual pudiese hacerse una imagen, el que trocó aquella gloria
en la semejanza de un becerro. Fué él, a quien Dios había confiado
el gobierno del pueblo en ausencia de Moisés, el que sancionó la
rebelión del pueblo, por lo cual “contra Aarón también se enojó
Jehová en gran manera para destruirlo.”
Deuteronomio 9:20
. Pero
en respuesta a la vehemente intercesión de Moisés, se le perdonó
la vida; y porque se humilló y se arrepintió de su gran pecado fué
restituido al favor de Dios.
Si Aarón hubiera tenido valor para sostener lo recto, sin impor-
tarle las consecuencias, habría podido evitar aquella apostasía. Si
hubiera mantenido inalterable su fidelidad a Dios, si hubiera recorda-
do al pueblo los peligros del Sinaí y su pacto solemne con Dios, por
el cual se habían comprometido a obedecer su ley, se habría impedi-
do el mal. Pero su sumisión a los deseos del pueblo y la tranquila
seguridad con la cual procedió a llevar a cabo los planes de ellos, los
llevó a hundirse en el pecado más de lo que habían pensado.
Cuando, al regresar al campamento, Moisés enfrentó a los re-
beldes, sus severas reprensiones y la indignación que manifestó al
quebrar las sagradas tablas de la ley contrastaron con el discurso
agradable y el semblante digno de su hermano, y las simpatías de
[333]
todos estuvieron con Aarón. Para justificarse, Aarón trató de culpar
al pueblo por la debilidad que él mismo había manifestado al acceder
a sus exigencias; pero a pesar de esto el pueblo seguía admirando su
bondad y paciencia. Pero Dios no ve como ven los hombres. El espí-
ritu indulgente de Aarón y su deseo de agradar le habían cegado de
modo que no vió la enormidad del crimen que estaba sancionando.
Su proceder, al apoyar el pecado de Israel, costó la vida de miles de
personas. ¡Cómo contrasta esto con la forma de actuar de Moisés,
quien, mientras ejecutaba fielmente los juicios de Dios, demostró
que el bienestar de Israel le era más caro que su propia prosperidad,
su honor, o su vida!