Página 302 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
no se les permitió a los hebreos que ofrecieran sacrificios. Así sus
pensamientos no fueron dirigidos al gran Sacrificio por medio de
este culto, y su fe se debilitó.
Cuando llegó la hora de la liberación de Israel, Satanás se pro-
puso resistir los propósitos de Dios. Se empeñó en que aquel gran
pueblo, que contaba más de dos millones de almas, se mantuviera
en la ignorancia y la superstición. Al pueblo a quien Dios había
prometido bendecir y multiplicar, para hacerlo un poder sobre la
tierra, y por cuyo medio iba a revelar el conocimiento de su volun-
tad, al pueblo que iba a ser el depositario de su ley, procuró Satanás
mantenerlo en la obscuridad y la servidumbre, con el fin de borrar
de su memoria el recuerdo de Dios.
Cuando se hicieron los milagros delante del rey, Satanás estuvo
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presente para contrarrestar la influencia que podrían ejercer, e impe-
dir que Faraón reconociera la soberanía de Dios y que obedeciera su
mandato. Satanás obró hasta el límite de su poder para falsificar la
obra de Dios y resistir la voluntad divina. Lo único que obtuvo fué
preparar el camino para mayores manifestaciones del poder y de la
gloria del Señor, y hacer aún más evidente la existencia y soberanía
del Dios verdadero y viviente, tanto ante los israelitas como ante
todo el pueblo egipcio.
Dios libró a Israel mediante extraordinarias manifestaciones de
su potencia, y con juicios sobre todos los dioses de Egipto. “Y sacó
a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Y dióles las tierras
de las gentes; y las labores de las naciones heredaron: para que
guardasen sus estatutos, y observasen sus leyes.”
Salmos 105:43-45
.
Los rescató del estado de esclavitud en que se hallaban, para poder
llevarlos a una buena tierra, que en su providencia había preparado
para ellos como un refugio contra sus enemigos, a una tierra donde
pudiesen vivir bajo la sombra de sus alas. Quería atraerlos a sí
mismo, para rodearlos con sus brazos eternos; y les requirió que en
retribución a toda su bondad y misericordia hacia ellos no tuviesen
dioses ajenos ante él, el Dios viviente, y que ensalzaran su nombre y
lo glorificaran en la tierra.
Durante su esclavitud en Egipto, muchos de los israelitas habían
perdido en alto grado el conocimiento de la ley de Dios, y habían
mezclado los preceptos divinos con costumbres y tradiciones paga-