Página 318 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
con la inscripción: “Santidad a Jehová.” Todo lo relacionado con
la indumentaria y la conducta de los sacerdotes había de ser tal,
que inspirara en el espectador el sentimiento de la santidad de Dios,
de lo sagrado de su culto y de la pureza que se exigía a los que se
allegaban a su presencia.
No sólo el santuario mismo, sino también el ministerio de los
sacerdotes, debía servir “de bosquejo y sombra de las cosas celestia-
les.”
Hebreos 8:5
. Por eso era de suma importancia; y el Señor, por
medio de Moisés, dió las instrucciones más claras y precisas acerca
de cada uno de los puntos de este culto simbólico.
El ministerio del santuario consistía en dos partes: un servicio
diario y otro anual. El servicio diario se efectuaba en el altar del
holocausto en el atrio del tabernáculo, y en el lugar santo; mientras
que el servicio anual se realizaba en el lugar santísimo.
Ningún ojo mortal excepto el del sumo sacerdote debía mirar
el interior del lugar santísimo. Sólo una vez al año podía entrar allí
el sumo sacerdote, y eso después de la preparación más cuidadosa
y solemne. Temblando, entraba para presentarse ante Dios, y el
pueblo en reverente silencio esperaba su regreso, con los corazones
elevados en fervorosa oración para pedir la bendición divina. Ante
el propiciatorio, el sumo sacerdote hacía expiación por Israel; y en
la nube de gloria, Dios se encontraba con él. Si su permanencia en
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dicho sitio duraba más del tiempo acostumbrado, el pueblo sentía
temor de que, a causa de los pecados de ellos o de él mismo, le
hubiese muerto la gloria del Señor.
El servicio diario consistía en el holocausto matutino y el ves-
pertino, en el ofrecimiento del incienso en el altar de oro y de los
sacrificios especiales por los pecados individuales. Además, había
sacrificios para los sábados, las lunas nuevas y las fiestas especiales.
Cada mañana y cada tarde, se ofrecía, sobre el altar un cordero
de un año, con las oblaciones apropiadas de presentes, para simboli-
zar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante
dependencia de la sangre expiatoria de Cristo. Dios les indicó expre-
samente que toda ofrenda presentada para el servicio del santuario
debía ser “sin defecto.”
Éxodo 12:5
. Los sacerdotes debían exami-
nar todos los animales que se traían como sacrificio, y rechazar los
defectuosos. Sólo una ofrenda “sin defecto” podía simbolizar la