Página 323 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El tabernáculo y sus servicios
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Los dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales.” Cristo,
nuestro gran Sumo Sacerdote, es el “ministro del santuario, y de
aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre.”
He-
breos 9:9, 23; 8:2
. Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el
templo de Dios que está en el cielo, vió allí “siete lámparas de fuego
... ardiendo delante del trono.” Vió también a un ángel “teniendo un
incensario de oro; y le fué dado mucho incienso para que lo añadiese
a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba
delante del trono.”
Apocalipsis 4:5; 8:3
. Se le permitió al profeta
contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vió allí “siete
lámparas de fuego ardiendo” y “el altar de oro,” representados por
el candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario
terrenal. Nuevamente “el templo de Dios fué abierto en el cielo”
(
Apocalipsis 11:19
), y vió el lugar santísimo detrás del velo interior.
Allí contempló “el arca de su testamento,” representada por el arca
sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios.
Moisés hizo el santuario terrenal, “según la forma que había
visto.” Pablo declara que “el tabernáculo y todos los vasos del mi-
nisterio,” después de haber sido hechos, eran símbolos de “las cosas
celestiales.”
Hechos 7:44
;
Hebreos 9:21, 23
. Y Juan dice que vió el
santuario celestial. Aquel santuario, en el cual oficia Jesús en nuestro
favor, es el gran original, del cual el santuario construído por Moisés
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era una copia.
Ningún edificio terrenal podría representar la grandeza y la gloria
del templo celestial, la morada del Rey de reyes donde “millares
de millares” le sirven y “millones de millones” están delante de él
(
Daniel 7:10
), de aquel templo henchido de la gloria del trono eterno,
donde los serafines, sus guardianes resplandecientes, se cubren el
rostro en su adoración. Sin embargo, las verdades importantes acerca
del santuario celestial y de la gran obra que allí se efectúa en favor
de la redención del hombre debían enseñarse mediante el santuario
terrenal y sus servicios.
Después de su ascensión, nuestro Salvador iba a principiar su
obra como nuestro Sumo Sacerdote. El apóstol Pablo dice: “No entró
Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en
el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la presencia
de Dios.”
Hebreos 9:24
. Como el ministerio de Cristo iba a consistir
en dos grandes divisiones, ocupando cada una un período de tiempo