Página 351 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Del Sinaí a Cades
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Nuevamente se manifestó el espíritu elevado y desinteresado del
gran caudillo. Dos de los setenta ancianos, teniéndose humildemente
por indignos de un cargo de tanta responsabilidad, no habían concu-
rrido con sus hermanos ante el tabernáculo; pero el Espíritu de Dios
descendió sobre ellos donde estaban, y ellos también ejercieron el
don de profecía. Cuando se le informó esto a Josué, quiso poner
coto a esta irregularidad, temiendo que pudiera fomentar la división.
Celoso por el honor de su jefe, dijo: “Señor mío Moisés, impídelos.”
Pero él contestó: “¿Tienes tú celos por mí? mas ojalá que todo el
pueblo de Jehová fuesen profetas, que Jehová pusiera su espíritu
sobre ellos.”
Un viento fuerte, que sopló entonces de la mar, trajo bandadas
de codornices, “y dejólas sobre el real, un día de camino de la una
parte, y un día de camino de la otra, en derredor del campo, y casi
dos codos sobre la haz de la tierra.” Todo aquel día y aquella noche,
y el siguiente día, el pueblo trabajó recogiendo el alimento que
milagrosamente se le había provisto. Recogieron grandes cantidades
de codornices. “El que menos, recogió diez homeres.” [V.M.] Se
conservó por desecamiento todo lo que no era necesario para el
consumo del momento, de manera que la provisión, tal como Dios
lo había prometido, fué suficiente para todo un mes.
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Dios dió a los israelitas lo que no era para su mayor beneficio
porque habían insistido en desearlo; no querían conformarse con las
cosas que mejor podían aprovecharles. Sus deseos rebeldes fueron
satisfechos, pero se les dejó que sufrieran las consecuencias. Comie-
ron desenfrenadamente y sus excesos fueron rápidamente castigados.
“Hirió Jehová al pueblo con una muy grande plaga.” Muchos fueron
postrados por fiebres calcinantes, mientras que los más culpables de
entre ellos fueron heridos apenas probaron los alimentos que habían
codiciado.
En Haseroth, el siguiente sitio en donde acamparon después de
salir de Taberah, una prueba aun mayor le esperaba a Moisés. Aarón
y María habían ocupado una posición encumbrada en la dirección
de los asuntos de Israel. Ambos tenían el don de profecía, y ambos
habían estado asociados divinamente con Moisés en el libramiento
de los hebreos. “Envié delante de ti a Moisés, y a Aarón, y a María”
(
Miqueas 6:4
), declaró el Señor por medio del profeta Miqueas. En
temprana edad María había revelado su fuerza de carácter, cuando