Página 352 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
siendo niña vigiló a la orilla del Nilo el cesto en que estaba escondido
el niño Moisés. Su dominio propio y su tacto habían contribuído
a salvar la vida del libertador del pueblo. Ricamente dotada en
cuanto a la poesía y la música, María había dirigido las mujeres de
Israel en los cantos de alabanza y las danzas en las playas del mar
Rojo. Ocupaba el segundo puesto después de Moisés y Aarón en
los afectos del pueblo y los honores otorgados por el Cielo. Pero el
mismo mal que causó la primera discordia en el cielo, brotó en el
corazón de esta mujer de Israel, y no faltó quien simpatizara con ella
en su desafecto.
Ni María ni Aarón fueron consultados en el nombramiento de los
setenta ancianos, y esto despertó sus celos contra Moisés. Durante
la visita de Jetro, mientras los israelitas iban hacia el Sinaí, la pronta
aceptación por Moisés de los consejos de su suegro hizo temer a
Aarón y María que la influencia que ejercía sobre el gran caudillo
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superase a la propia. En la organización del consejo de los ancia-
nos, creyeron que tanto su posición como su autoridad habían sido
menospreciadas. Nunca habían conocido María y Aarón la carga
de cuidado y responsabilidad que había pesado sobre Moisés. No
obstante, por haber sido escogidos para ayudarle, se consideraban
copartícipes con él de la carga de dirigir al pueblo, y estimaban
innecesario el nombramiento de más asistentes.
Moisés comprendía la importancia de la gran obra que se le
había encomendado como ningún otro hombre la comprendió jamás.
Se daba cuenta de su propia debilidad, e hizo a Dios su consejero.
Aarón se tenía en mayor estima y confiaba menos en Dios. Había
fracasado cuando se le había encomendado responsabilidad; y reveló
la debilidad de su carácter por su baja condescendencia en el asunto
del culto idólatra en el Sinaí. Pero María y Aarón, cegados por los
celos y la ambición, perdieron esto de vista. Dios había honrado
altamente a Aarón al designar su familia para los cargos sagrados del
sacerdocio; sin embargo, aun esto contribuía ahora a intensificar su
deseo de exaltación. “Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado
Jehová? ¿no ha hablado también por nosotros?” Véase
Números 12
.
Creyéndose igualmente favorecidos por Dios, pensaron que tenían
derecho a la misma posición y autoridad que Moisés.
Cediendo al espíritu de desafecto, María halló motivo de queja
en cosas que Dios había sobreseído especialmente. El matrimonio