Página 353 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Del Sinaí a Cades
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de Moisés la había disgustado. El hecho de que había elegido esposa
en otra nación, en vez de tomarla de entre los hebreos, ofendía
a su familia y al orgullo nacional. Se la trataba a Séfora con un
menosprecio mal disimulado.
Aunque se la llama “mujer cusita” (V.M.) o “etíope,” la esposa
de Moisés era de origen madianita, y por lo tanto, descendiente de
Abrahán. En su aspecto personal difería de los hebreos en que era
un tanto más morena. Aunque no era israelita, Séfora adoraba al
Dios verdadero. Era de un temperamento tímido y retraído, tierno
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y afectuoso, y se afligía mucho en presencia de los sufrimientos.
Por ese motivo cuando Moisés fué a Egipto, consintió él en que
ella regresara a Madián. Quería evitarle la pena que le significaría
presenciar los juicios que iban a caer sobre los egipcios.
Cuando Séfora se reunió con su marido en el desierto, vió que
las cargas que llevaba estaban agotando sus fuerzas, y comunicó
sus temores a Jetro, quien sugirió que se tomasen medidas para
aliviarle. Esta era la razón principal de la antipatía de María hacia
Séfora. Herida por el supuesto desdén infligido a ella y a Aarón, y
considerando a la esposa de Moisés como causante de la situación,
concluyó que la influencia de ella le había impedido a Moisés que
los consultara como lo había hecho antes. Si Aarón se hubiese
mantenido firme de parte de lo recto, habría impedido el mal; pero
en vez de mostrarle a María lo pecaminoso de su conducta, simpatizó
con ella, prestó oídos a sus quejas, y así llegó a participar de sus
celos.
Moisés soportó sus acusaciones en silencio paciente y sin queja.
Fué la experiencia que adquiriera durante los muchos años de trabajo
y espera en Madián, el espíritu de humildad y longanimidad que
cultivara allí, lo que preparó a Moisés para arrostrar con paciencia la
incredulidad y la murmuración del pueblo, y el orgullo y la envidia
de los que hubieran debido ser sus asistentes firmes y resueltos. “Y
aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres
que había sobre la tierra,” y por este motivo Dios le otorgó más de
su sabiduría y dirección que a todos los demás. Dice la Escritura:
“Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos
su carrera.”
Salmos 25:9
. Los mansos son dirigidos por el Señor,
porque son dóciles y dispuestos a recibir instrucción. Tienen un
deseo sincero de saber y hacer la voluntad de Dios. Esta es la pro-