Página 378 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies.”
Nehemías
9:19-21
.
Las peregrinaciones por el desierto fueron ordenadas no sola-
mente como castigo para los rebeldes y murmuradores, sino que
habían de servir también como disciplina para la nueva generación
que se iba desarrollando, a fin de prepararla para su entrada en la
tierra prometida. Moisés le dijo: “Como castiga el hombre a su hijo,
así Jehová tu Dios te castiga,” “para afligirte, por probarte, para saber
lo que estaba en tu corazón, si habías de guardar o no sus manda-
mientos. Y te afligió, e hízote tener hambre, y te sustentó con maná,
comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido; para
hacerte saber que el hombre no vivirá de sólo pan, mas de toda pala-
bra que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.”
Deuteronomio
8:5, 2, 3
.
“Hallólo en tierra de desierto, y en desierto horrible y yermo;
trájolo alrededor, instruyólo, gardólo como la niña de su ojo.” “En
toda angustia de ellos él fué angustiado, y el ángel de su faz los
salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los
levantó todos los días del siglo.”
Deuteronomio 32:10
;
Isaías 63:9
.
No obstante, los únicos anales que tenemos de su vida en el
desierto presentan ejemplos de rebelión contra Dios. La rebelión
de Coré resultó en la destrucción de catorce mil israelitas. Y hubo
casos aislados reveladores del mismo espíritu de menosprecio por la
autoridad divina.
En cierta ocasión el hijo de una israelita y un egipcio, uno de los
miembros del populacho mixto que había salido de Egipto con Israel,
abandonando la parte del campamento que le era asignada, entró en
la de los israelitas y aseveró tener derecho a levantar su tienda allí.
La ley divina se lo prohibía, pues los descendientes de un egipcio
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estaban excluídos de la congregación hasta la tercera generación. Se
entabló una disputa entre él y un israelita, y habiéndose presentado
el asunto a los jueces, el fallo fué adverso al transgresor.
Enfurecido por esta decisión maldijo al juez, y en el ardor de su
ira blasfemó contra el nombre de Dios. Inmediatamente se le llevó
ante Moisés. Se había dado el mandamiento: “El que maldijere a
su padre o a su madre, morirá;” pero no se había dictado medida
aplicable a este caso. Era tan terrible este delito que era necesaria la
dirección especial de Dios para resolver lo procedente. Se puso al