Capítulo 37—La roca herida
Este capítulo está basado en Números 20.
De la roca que Moisés hirió, brotó primeramente el arroyo de
agua viva que refrescó a Israel en el desierto. Durante todas sus
peregrinaciones, doquiera fuese necesario, un milagro de la mise-
ricordia de Dios les proporcionó agua. Pero las aguas no siguieron
fluyendo de Horeb. Dondequiera que les hacía falta agua en su pe-
regrinaje, fluía de las hendiduras de las rocas y corría al lado de su
campamento.
Cristo era quien, por el poder de su palabra, hacía fluir el arroyo
refrescante para Israel. “Bebían de la piedra espiritual que los seguía,
y la piedra era Cristo.” El era la fuente de todas las bendiciones, tanto
temporales como también espirituales. Cristo, la Roca verdadera, los
acompañó en toda su peregrinación. “No tuvieron sed cuando los
llevó por los desiertos; hízoles correr agua de la piedra; cortó la peña,
y corrieron aguas.” “Abrió la peña, y fluyeron aguas; corrieron por
los secadales como un río.”
1 Corintios 10:4
;
Isaías 48:21
;
Salmos
105:41
.
La roca herida era una figura de Cristo, y mediante este símbolo
se enseñan las más preciosas verdades espirituales. Así como las
aguas vivificadoras fluían de la roca herida, de Cristo, “herido de
Dios y abatido,” “herido ... por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados,” fluye la corriente de la salvación para una raza
perdida. Como la roca fué herida una vez, así también Cristo había
de ser “ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos.”
Isaías
53:4, 5
;
Hebreos 9:28
. Nuestro Salvador no había de ser sacrificado
una segunda vez; y solamente es necesario para los que buscan
las bendiciones de su gracia que las pidan en el nombre de Jesús,
exhalando los deseos de su corazón en oración penitente. La tal
oración presentará al Señor de los ejércitos las heridas de Jesús, y
[437]
entonces brotará de nuevo la sangre vivificante, simbolizada por la
corriente de agua viva que fluía para Israel.
378