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Historia de los Patriarcas y Profetas
daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”
Juan
4:14
. Cristo combina los dos símbolos. El es la roca y es el agua
viva.
Las mismas figuras, bellas y expresivas, se conservan en toda
la Biblia. Muchos siglos antes que viniera Cristo, Moisés le señaló
como la roca de la salvación de Israel (
Deuteronomio 32:15
); el
salmista cantó sus loores, y le llamó “roca mía y redentor mío,” “la
roca de mi fortaleza,” “peña más alta que yo,” “mi roca y mi fortale-
za,” “roca de mi corazón y mi porción,” la “roca de mi confianza.”
En los cánticos de David su gracia es presentada como “aguas de
reposo” en “delicados pastos,” hacia los cuales el Pastor divino guía
su rebaño. Y también dice: “Tú los abrevarás del torrente de tus deli-
cias. Porque contigo está el manantial de la vida.” Y el sabio declara:
“Arroyo revertiente” es “la fuente de la sabiduría.” Para Jeremías,
Cristo es la “fuente de agua viva;” para Zacarías un “manantial
abierto ... para el pecado y la inmundicia.”
Salmos 19:14
;
62:7
;
61:2
;
71:3
;
73:26
;
94:22
;
23:2
;
36:8, 9
;
Proverbios 18:4
;
Jeremías 2:13
;
Zacarías 13:1
.
Isaías lo describe como “la Roca de la eternidad,” como “sombra
de gran peñasco en tierra calurosa.” Y al anotar la preciosa promesa
evoca el recuerdo del arroyo vivo que fluía para Israel: “Los afligidos
y menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su
lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.”
“Porque yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra
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árida.” “Porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en
la soledad.” Se extiende la invitación “a todos los sedientos: Venid
a las aguas.” Y esta invitación se repite en las últimas páginas de
la santa Palabra. El río del agua de vida, “resplandeciente como
cristal,” emana del trono de Dios y del Cordero; y la misericordiosa
invitación repercute a través de los siglos: “El que tiene sed, venga:
y el que quiere, tome del agua de la vida de balde.”
Isaías 26:4 (VM)
;
32:2
;
41:17
;
44:3
;
35:6
;
55:1
;
Apocalipsis 22:17
.
Precisamente antes de que la hueste hebrea llegara a Cades, dejó
de fluir el arroyo de agua viva que por tantos años había brotado y
corrido a un lado del campamento. El Señor quería probar de nuevo
a su pueblo. Quería ver si habría de confiar en su providencia o
imitaría la incredulidad de sus padres.