Página 396 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
para que se uniera a Moisés en su grande e importante misión.
Había cooperado con su hermano en la obra de sacar a los hijos de
Israel de Egipto. Había sostenido las manos del gran jefe cuando
los ejércitos hebreos luchaban denodadamente con Amalec. Se le
había permitido ascender al monte Sinaí, aproximarse a la presencia
de Dios y contemplar la divina gloria. El Señor había conferido el
sacerdocio a la familia de Aarón, y le había honrado con la santa
consagración de sumo sacerdote. Le había mantenido en su santo
cargo mediante las pavorosas manifestaciones del juicio divino en la
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destrucción de Coré y su grupo. Gracias a la intercesión de Aarón
se detuvo la plaga. Cuando sus dos hijos fueron muertos por haber
desacatado el expreso mandamiento de Dios, él no se rebeló ni
siquiera murmuró. No obstante, la foja de servicios de su vida noble
había sido manchada. Aarón cometió un grave pecado cuando cedió
a los clamores del pueblo e hizo el becerro de oro en el Sinaí; y otra
vez cuando se unió a María en un arrebato de envidia y murmuración
contra Moisés. Y junto con Moisés ofendió al Señor en Cades cuando
violaron la orden de hablar a la roca para que diese agua.
Dios quería que estos grandes caudillos de su pueblo repre-
sentasen a Cristo. Aarón llevaba el nombre de Israel en su pecho.
Comunicaba al pueblo la voluntad de Dios. Entraba al lugar san-
tísimo el día de la expiación, “no sin sangre,” como mediador en
pro de todo Israel. De esa obra pasaba a bendecir a la congregación,
como Cristo vendrá a bendecir a su pueblo que le espera, cuando
termine la obra expiatoria que está haciendo en su favor. El exaltado
carácter de aquel santo cargo como representante de nuestro gran
Sumo Sacerdote, fué lo que hizo tan grave el pecado de Aarón en
Cades.
Con profunda tristeza, Moisés despojó a Aarón de sus santas
vestiduras y se las puso a Eleazar, quien llegó a ser así sucesor de su
padre por nombramiento divino. A causa del pecado que cometió
en Cades, se le negó a Aarón el privilegio de oficiar como sumo
sacerdote de Dios en Canaán, de ofrecer el primer sacrificio en la
buena tierra, y de consagrar así la herencia de Israel. Moisés había de
continuar llevando su carga de conducir al pueblo hasta los mismos
límites de Canaán. Había de llegar a ver la tierra prometida, pero
no había de entrar en ella. Si estos siervos de Dios, cuando estaban
frente a la roca de Cades, hubieran soportado sin murmuración