Página 398 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
a los muertos y en los gastos extravagantes en que se incurre para
devolver sus cuerpos al polvo.
Toda la congregación lloró a Aarón, pero nadie pudo sentir la
pérdida tan agudamente como Moisés. La muerte de Aarón recorda-
ba vigorosamente a Moisés que su propio fin se aproximaba; pero
por corto que fuera el tiempo que aun le tocara permanecer en la
tierra, sentía profundamente la pérdida de su constante compañero,
del que por tantos largos años había compartido sus gozos y sus
tristezas, sus esperanzas y sus temores. Moisés debía ahora continuar
la obra solo; pero sabía que Dios era su amigo, y en él se apoyó
tanto más.
Poco tiempo después de dejar el monte de Hor, los israelitas
sufrieron una derrota en el combate que sostuvieron contra Arad,
uno de los reyes cananeos. Pero como pidieron fervientemente la
ayuda de Dios, se les otorgó el apoyo divino, y sus enemigos fueron
derrotados. La victoria, en vez de inspirarles gratitud e inducirlos
a reconocer cuánto dependían de Dios, los volvió jactanciosos y
seguros de sí mismos. Pronto se entregaron de nuevo a su viejo
hábito de murmurar. Estaban ahora descontentos porque no se había
permitido a los ejércitos de Israel que avanzaran sobre Canaán in-
mediatamente después de su rebelión al oír el informe de los espías,
casi cuarenta años antes. Consideraban su larga estada en el desierto
como una tardanza innecesaria y argüían que habrían podido vencer
a sus enemigos tan fácilmente antes como ahora.
Mientras continuaban su viaje hacia el sur, hubieron de pasar
por un valle ardiente y arenoso, sin sombra ni vegetación. El camino
parecía largo y trabajoso, y sufrían de cansancio y de sed. Nueva-
mente no pudieron soportar la prueba de su fe y paciencia. Al pensar
a todas horas sólo en la fase triste y tenebrosa de cuanto experimen-
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taban, se fueron separando más y más de Dios. Perdieron de vista
el hecho de que si no hubieran murmurado cuando el agua dejó de
fluir en Cades, Dios les habría evitado el viaje alrededor de Edom.
Dios les deseaba cosas mejores. Debieran haber llenado su corazón
de gratitud hacia él porque les había infligido tan ligero castigo por
su pecado. En vez de hacerlo, se jactaron diciendo que si Dios y
Moisés no hubiesen intervenido, ahora estarían en posesión de la
tierra prometida. Después de acarrearse dificultades que les hicieron
la suerte mucho más difícil de lo que Dios se había propuesto, le cul-