Página 40 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar.”
A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y
el Señor dijo: “A tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de
ti.” En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen
permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de
amor, siempre hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado
había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mante-
nerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido
la primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado
de su compañero, contrariando la instrucción divina. Adán pecó a
sus instancias, y ahora ella fué puesta en sujeción a su marido. Si
los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados
por la humanidad caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del
pecado, hubiera resultado en bendición para ellos; pero el abuso de
parte del hombre de la supremacía que se le dió, a menudo ha hecho
muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una
carga.
Junto a su esposo, Eva había sido perfectamente feliz en su
hogar edénico; pero, a semejanza de las inquietas Evas modernas, se
lisonjeaba con ascender a una esfera superior a la que Dios le había
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designado. En su afán de subir más allá de su posición original,
descendió a un nivel más bajo. Resultado similar alcanzarán las
mujeres que no están dispuestas a cumplir alegremente los deberes
de su vida de acuerdo al plan de Dios. En su esfuerzo por alcanzar
posiciones para las cuales Dios no las ha preparado, muchas están
dejando vacío el lugar donde podrían ser una bendición. En su
deseo de lograr una posición más elevada, muchas han sacrificado
su verdadera dignidad femenina y la nobleza de su carácter, y han
dejado sin hacer la obra misma que el Cielo les señaló.
Dios manifestó a Adán: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No comerás
de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás
hierba del campo; en el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y
al polvo serás tornado.”