Página 400 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Hubo entonces terror y confusión en todo el campamento. En casi
todas las tiendas había muertos o moribundos. Nadie estaba seguro.
A menudo rasgaban el silencio de la noche gritos penetrantes que
anunciaban nuevas víctimas. Todos estaban atareados para asistir a
los dolientes, o con cuidado angustioso trataban de proteger a los que
aun no habían sido heridos. Ninguna murmuración salía ahora de
sus labios. Cuando comparaban sus dificultades y pruebas anteriores
con los sufrimientos por los cuales estaban pasando ahora, aquéllas
les parecían baladíes.
El pueblo se humilló entonces ante Dios. Muchos se acercaron a
Moisés para hacerle sus confesiones y súplicas. “Pecado hemos—
dijeron—por haber hablado contra Jehová, y contra ti.”
Números
21:7-9
. Poco antes le habían acusado de ser su peor enemigo, la
causa de todas sus angustias y aflicciones. Pero aun antes que las
palabras dejaran sus labios, sabían perfectamente que los cargos
eran falsos; y tan pronto como llegaron las verdaderas dificultades,
corrieron hacia él como a la única persona que podía interceder ante
Dios por ellos. “Ruega a Jehová—clamaron—que quite de nosotros
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estas serpientes.”
Dios le ordenó a Moisés que hiciese una serpiente de bronce
semejante a las vivas, y que la levantara ante el pueblo. Todos los
que habían sido picados habían de mirarla y encontrarían alivio.
Hizo lo que se le había mandado, y por todo el campamento cundió
la grata noticia de que todos los que habían sido mordidos podían
mirar la serpiente de bronce, y vivir. Muchos habían muerto ya, y
cuando Moisés hizo levantar la serpiente en un poste, hubo quienes
se negaron a creer que con sólo mirar aquella imagen metálica se
iban a curar. Estos perecieron en la incredulidad. No obstante, hubo
muchos que tuvieron fe en lo provisto por Dios. Padres, madres, her-
manos y hermanas se dedicaban afanosamente a ayudar a sus deudos
dolientes y moribundos a fijar los ojos lánguidos en la serpiente. Si
ellos, aunque desfallecientes y moribundos, podían mirarla una vez,
se restablecían por completo.
La gente sabía perfectamente que en aquella serpiente de bronce
no había poder alguno para ocasionar un cambio tal en los que
la miraban. La virtud curativa venía únicamente de Dios. En su
sabiduría eligió esta manera de manifestar su poder. Mediante este
procedimiento sencillo se le hizo comprender al pueblo que esta