Página 405 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La conquista de Basán
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Pero Moisés mantuvo fija la mirada en la columna de nube, y
alentó al pueblo con el pensamiento de que la señal de la presencia
de Dios estaba aun con ellos. Al mismo tiempo les mandó que
hicieran todos los esfuerzos humanos posibles a fin de prepararse
para la guerra. Sus enemigos estaban ansiosos de librar batalla, en la
seguridad de que raerían de la tierra a los israelitas mal preparados.
Pero el jefe de Israel había recibido la orden del Dueño de todas
las tierras: “Levantaos, partid, y pasad el arroyo Arnón: he aquí
he dado en tu mano a Sehón rey de Hesbón, Amorrheo, y a su
tierra: comienza a tomar posesión, y empéñate con él en guerra. Hoy
comenzaré a poner tu miedo y tu espanto sobre los pueblos debajo
de todo el cielo; los cuales oirán tu fama, y temblarán, y angustiarse
han delante de ti.”
Estas naciones que estaban situadas en los confines de Canaán
se habrían salvado si no se hubieran opuesto al progreso de Israel en
desafío de la palabra de Dios. El Señor se había mostrado longánime,
sumamente bondadoso, tierno y compasivo, aun hacia esos pueblos
paganos. Cuando en visión se le mostró a Abrahán que su poste-
ridad, los hijos de Israel, serían extranjeros en tierra ajena durante
cuatrocientos años, el Señor le prometió: “En la cuarta generación
volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del Amorrheo
hasta aquí.”
Génesis 15:16
.
Aunque los amorreos eran idólatras que por su gran iniquidad
habían perdido todo derecho a la vida, Dios los toleró cuatrocientos
años para darles pruebas inequívocas de que él era el único Dios
verdadero, el Hacedor de los cielos y la tierra. Ellos conocían todas
las maravillas que Dios había realizado al sacar de Egipto a los
israelitas. Les dió suficiente evidencia; y podrían haber conocido
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la verdad, si hubieran querido apartarse de su idolatría y de su vida
licenciosa. Pero rechazaron la luz, y se aferraron a sus ídolos.
Cuando Dios condujo a su pueblo por segunda vez a la fron-
tera de Canaán, proporcionó evidencias adicionales de su poder a
aquellas naciones paganas. Vieron que Dios había estado con Israel
en la victoria que obtuvo sobre los ejércitos del rey Arad y de los
cananeos, y en el milagro obrado para salvar a los que perecían por
las mordeduras de las serpientes. Aunque se les había negado el
permiso de pasar por la tierra de Edom, y por ello se habían visto
obligados a tomar la ruta larga y difícil a orillas del mar Rojo, los