Página 413 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

Balaam
409
estas evidencias contrarían sus deseos e inclinaciones, con frecuencia
las hacen a un lado y pretenden acudir a Dios para saber cuál es su
deber. Aparentan tener una conciencia escrupulosa y en fervientes
y largas oraciones piden ser iluminados. Pero Dios no tolera que
los hombres se burlen de él. A menudo permite a tales personas
que sigan sus propios deseos y que sufran las consecuencias. “Mas
mi pueblo no oyó mi voz, ... dejélos por tanto a la dureza de su
corazón: caminaron en sus consejos.”
Salmos 81:11, 12
. Cuando
uno ve claramente su deber, no procura ir presuntuosamente a Dios
para rogarle que le dispense de cumplirlo. Más bien debe ir con
espíritu humilde y sumiso, pedir fortaleza divina y sabiduría para
hacer lo que le exige.
Los moabitas eran un pueblo envilecido e idólatra; sin embargo,
de acuerdo con la luz que habían recibido, su culpabilidad no era, a
los ojos del Cielo, tan grande como la de Balaam. Por el hecho de
que él aseveraba ser profeta de Dios, se atribuiría autoridad divina
a todo lo que diría. Por lo tanto no se le iba a permitir hablar como
quisiera, sino que habría de anunciar el mensaje que Dios le diera.
[471]
“Harás lo que yo te dijere,” fué la orden divina.
Balaam había recibido permiso para acompañar a los mensajeros
de Moab en caso de que vinieran por la mañana a llamarle. Pero
enfadados por la tardanza de él y creyendo que otra vez se negaría
a ir, salieron para su tierra sin consultar más con él. Había sido
eliminada la excusa para cumplir lo pedido por Balac. Pero Balaam
había resuelto obtener la recompensa; y tomando el animal en el
cual solía montar, se puso en camino. Temía que se le retirara aun
ahora el permiso divino, y se apresuraba ansiosamente, impaciente y
temeroso de perder por uno u otro motivo la recompensa codiciada.
Pero “el ángel de Jehová se puso en el camino por adversario
suyo.” El animal vió al divino mensajero, a quien el hombre no había
visto, y se apartó del camino real y entró en el campo. Con golpes
crueles, Balaam hizo volver la bestia al camino; pero nuevamente,
en un sitio angosto y cerrado por murallas de piedra, le apareció el
ángel, y el animal, tratando de evitar la figura amenazadora, apretó
el pie de su amo contra la muralla. Balaam no veía la intervención
divina, y no sabía que Dios estaba poniendo obstáculos en su camino.
Se enfureció, y golpeando sin misericordia al asna, la obligó a seguir
adelante.