Página 435 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La repetición de la ley
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ojos? A ti te fué mostrado, para que supieses que Jehová él es Dios;
no hay más fuera de él.”
Deuteronomio 4:32-35
.
“No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido
Jehová, y os ha escogido; porque vosotros erais los más pocos que
todos los pueblos: sino porque Jehová os amó, y quiso guardar el
juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano
fuerte, y os ha rescatado de casa de siervos, de la mano de Faraón,
rey de Egipto. Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel,
que guarda el pacto de la misericordia a los que le aman y guardan
sus mandamientos, hasta las mil generaciones.”
Deuteronomio 7:7-9
.
Los israelitas habían estado dispuestos a culpar a Moisés por
todas sus dificultades; pero ahora se habían eliminado todas las
sospechas que tenían de que él estuviera dominado por el orgu-
llo, la ambición o el egoísmo, y escucharon sus palabras con toda
confianza. Moisés les presentó fielmente todos sus errores, y las
transgresiones de sus padres. A menudo habían sentido impaciencia
y rebeldía por causa de su larga peregrinación en el desierto; pero
no podía acusarse al Señor por esta demora en tomar posesión de
Canaán; él lamentaba más que ellos el no haber podido ponerlos
inmediatamente en posesión de la tierra prometida, y así demos-
trar a todas las naciones cuán grande era su poder para librar a su
pueblo. Debido a su falta de confianza en Dios, a su orgullo y a su
incredulidad, no habían estado preparados para entrar en la tierra
de Canaán. En manera alguna representaban a aquel pueblo cuyo
Dios era Jehová; porque no tenían su carácter de pureza, bondad y
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benevolencia. Si sus padres hubieran acatado con fe la dirección de
Dios, dejándose gobernar por sus juicios y andando en su estatutos,
se habrían establecido en Canaán mucho tiempo antes como un
pueblo próspero, santo y feliz. Su tardanza en entrar en la buena
tierra deshonró a Dios, y menoscabó su gloria ante los ojos de las
naciones circundantes.
Moisés, que entendía perfectamente el carácter y el valor de la
ley de Dios, le aseguró al pueblo que ninguna otra nación tenía leyes
tan santas, justas y misericordiosas como las que se habían dado a
los hebreos. “Mirad—dijo,—yo os he enseñado estatutos y derechos,
como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la
tierra en la cual entráis para poseerla. Guardadlos, pues, y ponedlos
por obra: porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia