Página 449 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La muerte de Moisés
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años de conflicto y prueba. En la cumbre de Pisga, Dios llamó a
Moisés a una herencia infinitamente más gloriosa que la Canaán
terrenal.
En el monte de la transfiguración, Moisés estuvo presente con
Elías, quien había sido trasladado. Fueron enviados como portadores
de la luz y la gloria del Padre para su Hijo. Y así se cumplió por fin
la oración que elevara Moisés tantos siglos antes. Estaba en el “buen
monte,” dentro de la heredad de su pueblo, testificando en favor de
Aquel en quien se concentraban todas las promesas de Israel. Tal es
la última escena revelada al ojo mortal con referencia a la historia
de aquel hombre tan altamente honrado por el cielo.
Moisés fué un tipo o figura de Cristo. El mismo había declarado
a Israel: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te
levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.”
Deuteronomio 18:15
. Dios
[513]
tuvo a bien disciplinar a Moisés en la escuela de la aflicción y la
pobreza, antes de que estuviera preparado para conducir las huestes
de Israel hacia la Canaán terrenal. El Israel de Dios, que viaja hacia
la Canaán celestial, tiene un Capitán que no necesitó enseñanzas
humanas que le prepararan para su misión de conductor divino; no
obstante fué perfeccionado por el sufrimiento; “porque en cuanto
él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los
que son tentados.”
Hebreos 2:10, 18
. Nuestro Redentor no manifestó
las imperfecciones ni las debilidades humanas; pero murió a fin de
obtener nuestro derecho a entrar en la tierra prometida.
“Moisés a la verdad fué fiel sobre toda su casa, como siervo,
para testificar lo que se había de decir; mas Cristo como hijo, sobre
su casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el cabo retuviéremos
firme la confianza y la gloria de la esperanza.”
Hebreos 3:5, 6
.
[514]
Este texto está basado en
Deuteronomio 31
a
34
.