Página 48 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar.”
Génesis 3:15
. Esta sentencia, pronunciada en
presencia de nuestros primeros padres, fué una promesa para ellos.
Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás, declaraba
que el poder del gran adversario sería finalmente destruído. Adán
y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y aguardaban
la sentencia que merecía su transgresión; pero antes de oír hablar
de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto
que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que
no podían menos que infundirles esperanza. Aunque habrían de
padecer por efecto del poder de su gran enemigo, podrían esperar
una victoria final.
Cuando Satanás supo que existiría enemistad entre él y la mujer,
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y entre su simiente y la simiente de ella, se dió cuenta de que su obra
de depravación de la naturaleza humana sería interrumpida; que de
alguna manera el hombre sería capacitado para resistir su poder. Sin
embargo, cuando el plan de redención se dió a conocer, Satanás se
regocijó con sus ángeles al pensar que por haber causado la caída del
hombre, podía ahora hacer descender al Hijo de Dios de su elevada
posición. Satanás declaró que hasta la fecha sus planes habían tenido
éxito en la tierra, y que cuando Cristo tomase la naturaleza humana,
él también podría ser vencido, y así se evitaría la redención de la
raza caída.
Los ángeles celestiales explicaron más completamente a nuestros
primeros padres el plan que había sido concebido para su redención.
Se les aseguró a Adán y a su compañera que a pesar de su gran
pecado, no se les abandonaría a merced de Satanás. El Hijo de Dios
había ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresión de ellos.
Se les otorgaría un tiempo de gracia y, mediante el arrepentimiento
y la fe en Cristo, podrían llegar a ser de nuevo hijos de Dios.
El sacrificio exigido por su transgresión reveló a Adán y a Eva
el carácter sagrado de la ley de Dios; y comprendieron mejor que
nunca la culpa del pecado y sus horrorosos resultados. En medio de
su remordimiento y angustia pidieron que la pena no cayese sobre
Aquel cuyo amor había sido la fuente de todo su regocijo; que más
bien cayera sobre ellos y su descendencia.
Se les dijo que, como la ley de Jehová es el fundamento de su
gobierno en el cielo y en la tierra, ni aun la vida de un ángel podría