Página 480 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Al hacer su petición no fué movido Caleb por el deseo de conseguir
honores o engrandecimiento. El valiente y viejo guerrero deseaba
dar al pueblo un ejemplo que honrara a Dios, y alentar a las tribus
para que subyugaran completamente la tierra que sus padres habían
considerado inconquistable.
Caleb obtuvo la heredad que su corazón había anhelado durante
cuarenta años, y confiado en que Dios le acompañaba, “echó de
allí tres hijos de Anac.”
Josué 15:14
. Habiendo obtenido así una
posesión para sí y su casa, no por ello disminuyó su celo, ni se instaló
a gozar de su heredad, sino que siguió adelante con otras conquistas
para beneficio de la nación y gloria de Dios.
Los cobardes rebeldes habían perecido en el desierto; pero los
espías íntegros comieron de las uvas de Escol. A cada uno se le
dió de acuerdo con su fe. Los incrédulos habían visto sus temores
cumplidos. No obstante la promesa de Dios, habían dicho que era
imposible heredar la tierra de Canaán, y no la poseyeron. Pero los
que confiaron en Dios y no consideraron tanto las dificultades que se
habían de encontrar como la fuerza de su Ayudador todopoderoso,
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entraron en la buena tierra. Por la fe fué cómo los antiguos notables
“ganaron reinos, ... evitaron filo de cuchillo, convalecieron de en-
fermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos
de extraños.” “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe.”
Hebreos 11:33, 34
;
1 Juan 5:4
.
Otra reclamación tocante a la repartición de la tierra reveló un
espíritu muy diferente del de Caleb. La presentaron los hijos de José,
la tribu de Efraín con la media tribu de Manasés. Basándose en la
superioridad de su número, estas tribus exigieron una porción doble
de territorio. La que les había tocado en suerte era la más rica de la
tierra e incluía la fértil llanura de Sarón; pero muchas de las ciudades
principales del valle estaban aún en poder de los cananeos, y las
tribus, rehuyendo el trabajo y peligro que significaba conquistar
sus posesiones, deseaban una porción adicional del territorio ya
conquistado. La tribu de Efraín era una de las más grandes de Israel,
y a ella pertenecía el mismo Josué. Por consiguiente sus miembros
se creían con derecho a recibir una consideración especial. Dijeron
a Josué: “¿Por qué me has dado por heredad una sola suerte y una
sola parte, siendo yo un pueblo tan grande?”
Josué 17:14-18
. Pero
no lograron que el jefe inflexible se apartara de la estricta justicia.