Página 503 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Dios cuida de los pobres
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El Señor declaró a Israel: “La tierra pues no podrá venderse
en perpetuidad; porque mía es la tierra; pues que vosotros sois ex-
tranjeros y transeuntes para conmigo.”
Levítico 25:23 (VM)
. Debía
inculcársele al pueblo el hecho de que la tierra que se le permitía
poseer por un tiempo pertenecía a Dios, que él era su dueño legítimo,
su poseedor original, y que él quería que se le diera al pobre y al
menesteroso una consideración especial. Debía hacerse comprender
a todos que los pobres tienen tanto derecho como los más ricos a un
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sitio en el mundo de Dios.
Tales fueron las medidas que nuestro Creador misericordioso
tomó para aminorar el sufrimiento e impartir algún rayo de esperanza
y alegría en la vida de los indigentes y angustiados.
Dios quería poner freno al amor excesivo a los bienes terrenales
y al poder. La acumulación continua de riquezas en manos de una
clase, y la pobreza y degradación de otra clase, eran cosas que produ-
cían grandes males. El poder desenfrenado de los ricos resultaría en
monopolio, y los pobres, aunque en todo sentido tuvieran tanto valor
como aquellos a los ojos de Dios, serían considerados y tratados
como inferiores a sus hermanos más afortunados. Al sentir la clase
pobre esta opresión se despertarían en ella las pasiones. Habría un
sentimiento de desesperación que tendería a desmoralizar la socie-
dad y a abrir la puerta a crímenes de toda índole. Los reglamentos
que Dios estableció tenían por objeto fomentar la igualdad social.
Las medidas del año sabático y del año de jubileo habían de corregir
mayormente lo que en el intervalo se hubiera desquiciado en la
economía social y política de la nación.
Estos reglamentos tenían por objeto beneficiar a los ricos tanto
como a los pobres. Habían de refrenar la avaricia y la inclinación
a exaltarse uno mismo, y habían de cultivar un noble espíritu de
benevolencia; y al fomentar la buena voluntad y la confianza entre
todas las clases, habían de favorecer el orden social y la estabilidad
del gobierno. Todos nosotros estamos entretejidos en la gran tela
de la humanidad, y todo cuanto hagamos para beneficiar y ayudar
a nuestros semejantes nos beneficiará también a nosotros mismos.
La ley de la dependencia mutua afecta e incluye a todas las clases
sociales. Los pobres no dependen más de los ricos, que los ricos de
los pobres. Mientras una clase pide una parte de las bendiciones que
Dios ha concedido a sus vecinos más ricos, la otra necesita el fiel