Página 518 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
la demanda por Baal?—dijo Joas—¿le salvaréis vosotros? Cualquie-
ra que tomare la demanda por él, que muera mañana. Si es Dios,
contienda por sí mismo con el que derribó su altar.” Si Baal no había
podido defender su propio altar, ¿cómo podía creerse que protegería
a sus adoradores?
Todo pensamiento de violencia contra Gedeón quedó olvidado;
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y cuando él hizo tocar la trompeta para ir a la guerra, los hombres
de Ofra fueron de los primeros que se congregaron alrededor de su
estandarte. Envió heraldos a su propia tribu de Manasés, y también
a Aser, Zabulón y Neftalí; y todos respondieron a la convocación.
Gedeón no se atrevió a encabezar el ejército sin tener evidencias
adicionales de que Dios le había llamado para esta obra, y de que
estaría con él. Le rogó así: “Si has de salvar a Israel por mi mano,
como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era;
y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda
la otra tierra, entonces entenderé que has de salvar a Israel por mi
mano, como lo has dicho.” Por la mañana el vellón estaba mojado, en
tanto que la tierra estaba seca. Sintió, sin embargo, una duda, puesto
que la lana absorbe naturalmente la humedad cuando la hay en el
aire; la prueba no era tal vez decisiva. Por consiguiente, rogando que
su extrema cautela no desagradase al Señor, pidió que la señal se
invirtiera. Le fué otorgado lo que pidió.
Así animado, Gedeón sacó sus fuerzas a pelear con los invasores.
“Y todos los Madianitas, y Amalecitas, y orientales, se juntaron a
una, y pasando asentaron campo en el valle de Jezreel.” La hueste
que iba al mando de Gedeón no pasaba de treinta y dos mil hombres;
pero mientras estaba el inmenso ejército enemigo desplegado delante
de él, le dirigió el Señor las siguientes palabras: “El pueblo que está
contigo es mucho para que yo dé a los Madianitas en su mano:
porque no se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha
salvado. Haz pues ahora pregonar, que lo oiga el pueblo, diciendo:
El que teme y se estremece, madrugue y vuélvase desde el monte
de Galaad.” Los que no estaban dispuestos a arrostrar peligros y
penurias, o cuyos intereses mundanos desviaban su corazón de la
obra de Dios, no fortalecían en modo alguno a los ejércitos de Israel.
Su presencia no podía ser sino causa de debilidad.
Se había hecho ley en Israel que antes de que el ejército saliera
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a la batalla, se le hiciese la siguiente proclamación: “¿Quién ha