Página 519 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Los primeros jueces
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edificado casa nueva, y no la ha estrenado? Vaya, y vuélvase a su
casa, porque quizá no muera en la batalla, y otro alguno la estrene.
¿Y quién ha plantado viña, y no ha hecho común uso de ella? Vaya,
y vuélvase a su casa, porque quizá no muera en la batalla, y otro
alguno la goce. ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha
tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, porque quizá no muera en la
batalla, y alguno otro la tome.” Y además los oficiales debían decir
al pueblo: “¿Quién es hombre medroso y tierno de corazón? Vaya, y
vuélvase a su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como
su corazón.”
Deuteronomio 20:5-8
.
Debido a que el número de sus soldados era muy pequeño en
comparación con los del enemigo, Gedeón se había abstenido de
hacer la proclamación de costumbre. Se llenó de asombro al oír que
su ejército era demasiado grande. Pero el Señor veía el orgullo y
la incredulidad que había en el corazón de su pueblo. Incitado por
las conmovedoras exhortaciones de Gedeón, se había alistado de
buena gana; pero muchos se llenaron de temor al ver las multitudes
de los madianitas. No obstante, si Israel hubiera triunfado, aquellos
mismos miedosos se habrían atribuído la gloria en vez de adjudicarle
la victoria a Dios.
Gedeón obedeció las instrucciones del Señor, y con el corazón
oprimido vió marcharse para sus hogares a veintidós mil hombres, o
sea más de las dos terceras partes de su ejército. Nuevamente oyó la
voz de Dios decirle: “Aun es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y
allí yo te los probaré; y del que yo te dijere: Vaya este contigo, vaya
contigo: mas de cualquiera que yo te dijere: Este no vaya contigo, el
tal no vaya.”
El pueblo, esperando atacar inmediatamente al enemigo, fué
conducido a la orilla del agua. Algunos tomaron apresuradamente
un poco de agua en la mano, y la sorbieron mientras caminaban;
pero casi todos se hincaron, y bebieron a sus anchas de la superficie
del arroyo. Aquellos que tomaron el agua en la mano no fueron sino
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trescientos entre diez mil; no obstante, fueron elegidos, y al resto se
le permitió volver a sus hogares.
El carácter se prueba a menudo por los medios más sencillos.
Los que en un momento de peligro se empeñaban en suplir sus
propias necesidades, no eran hombres en quienes se podía confiar
en una emergencia. El Señor no tiene en su obra cabida para los