Página 520 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
indolentes y para los que suelen complacer el apetito. Escogió a
los hombres que no permitieron que sus propias necesidades les
hicieran demorar el cumplimiento del deber. No sólo poseían valor
y dominio de sí mismos los trescientos hombres elegidos, sino que
eran también hombres de fe. No los había contaminado la idolatría.
Dios podía dirigirlos, y por su medio librar a Israel. El éxito no
depende del número. Tanto puede Dios libertar por medio de pocos
como de muchos. No le honra tanto el gran número como el carácter
de quienes le sirven.
Los israelitas se apostaron en la cumbre de una colina que domi-
naba el valle donde acampaban los invasores. “Y Madián, y Amalec,
y todos los orientales, estaban tendidos en el valle como langostas
en muchedumbre, y sus camellos eran innumerables, como la arena
que está a la ribera de la mar en multitud.”
Gedeón tembló cuando pensó en la lid del día siguiente. Pero
Dios le habló durante las horas de la noche, y mandándole bajar
con Fara, su asistente, al campamento de los madianitas, le dió a
entender que allí oiría algo que le alentaría. Fué, y mientras esperaba
en la obscuridad y el silencio de la noche, oyó a un soldado relatar
un sueño a su compañero: “He aquí yo soñé un sueño: que veía un
pan de cebada que rodaba hasta el campo de Madián, y llegaba a
las tiendas, y las hería de tal manera que caían, y las trastornaba de
arriba abajo, y las tiendas caían.” El otro le contestó en palabras que
conmovieron el corazón de aquel oyente invisible: “Esto no es otra
cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joas, varón de Israel: Dios
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ha entregado en sus manos a los Madianitas con todo el campo.”
Gedeón reconoció la voz de Dios que le hablaba por medio de
aquellos forasteros madianitas. Volviéndose al sitio donde estaban
los pocos hombres que mandaba, les dijo: “Levantaos, que Jehová
ha entregado el campo de Madián en vuestras manos.”
Por indicación divina, le fué sugerido un plan de ataque y lo
puso inmediatamente en ejecución. Los trescientos hombres fueron
divididos en tres compañías. A cada hombre se le dió una trompeta
y una antorcha escondida en un cántaro de barro. Los hombres se
distribuyeron en tal forma que llegaran al campamento madianita de
distintas direcciones. En medio de la noche, al toque del cuerno de
guerra de Gedeón, las tres compañías tocaron sus trompetas; y luego,
rompiendo sus cántaros, sacaron a relucir las antorchas encendidas