Página 523 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Los primeros jueces
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recibieron noticias del triunfo de Israel, los hijos de Efraín sintieron
envidia porque no habían tenido parte en él. Después de la derrota
de los madianitas, los hombres de Efraín habían ocupado los vados
del Jordán, por orden de Gedeón, e impedido así que escaparan los
fugitivos. Esto permitió dar muerte a muchos enemigos, y entre ellos
a los dos príncipes Oreb y Zeeb. En esta forma los hombres de Efraín
prolongaron la batalla y ayudaron a completar la victoria. Sin embar-
go, se llenaron de celos y enojo, como si Gedeón se hubiese guiado
por su propia voluntad y juicio. No podían discernir la mano de Dios
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en el triunfo de Israel ni apreciar el poder y la misericordia de él en
su liberación; y este mismo hecho demostraba que eran indignos
de ser escogidos como sus instrumentos especiales. Al regresar con
los trofeos de la victoria, dirigieron este airado reproche a Gedeón:
“¿Qué es esto que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando
ibas a la guerra contra Madián?”
“¿Qué he hecho yo ahora como vosotros?—dijo Gedeón.—¿No
es el
rebusco
de Ephraim mejor que la
vendimia
de Abiezer?
Dios
ha
entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián:
¿y qué pude yo hacer como vosotros?”
Los celos podrían muy bien haberse exacerbado en riña que
habría causado conflicto y derramamiento de sangre; pero la contes-
tación modesta de Gedeón aplacó el enojo de los hombres de Efraín,
que regresaron en paz a sus hogares. Aunque firme e intransigente
cuando se trataba de los principios, y “varón esforzado en la guerra,”
Gedeón manifestó un espíritu de cortesía que no se ve a menudo.
En su gratitud porque lo había librado de los madianitas, el
pueblo de Israel propuso a Gedeón que se hiciera rey, y que el trono
quedara asegurado para sus descendientes. Esta propuesta era una
violación categórica de los principios teocráticos. Dios era rey de
Israel, y poner a un hombre en el trono sería rechazar a su Soberano
divino. Gedeón reconocía este hecho; y su contestación demuestra
cuán fieles y nobles eran sus móviles. Declaró: “No seré señor sobre
vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová será vuestro Señor.”
Pero Gedeón se dejó extraviar por otro error que acarreó el
desastre sobre su casa y sobre todo Israel. Es frecuente que la época
de inactividad que sigue a una gran lucha entrañe más riesgos que el
propio período de conflicto. A tales peligros se vió expuesto Gedeón.
Un espíritu de inquietud se había apoderado de él. Hasta entonces