Página 524 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
se había contentado con cumplir las instrucciones que Dios le daba;
pero ahora, en vez de esperar la dirección divina, empezó a hacer
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planes por su cuenta. Siempre que los ejércitos del Señor hayan
ganado una victoria señalada, Satanás redoblará sus esfuerzos para
destruir la obra de Dios. Así que fueron sugeridos a la mente de
Gedeón pensamientos y planes por los cuales los israelitas fueron
descarriados.
Por el hecho de que se le había mandado que ofreciera un sa-
crificio sobre la roca donde el ángel se le había aparecido, Gedeón
concluyó que se le había designado para que oficiara como sacerdote.
Sin esperar la aprobación divina, decidió proveerse de un lugar apro-
piado e instituir un sistema de culto semejante al que se practicaba
en el tabernáculo. Gracias a la intensidad del sentimiento popular, no
encontró dificultad alguna para realizar su proyecto. A pedido suyo
le fueron entregados como su parte del botín de guerra todos los zar-
cillos de oro arrebatados a los madianitas. El pueblo también recogió
muchos otros materiales valiosos, juntamente con las prendas de
vestir ricamente adornadas de los príncipes de Madián. Del material
que se obtuvo en esta forma, Gedeón hizo un efod y un pectoral o
racional que imitaban los usados por el sumo sacerdote. Su conducta
resultó ser un lazo para él y su familia, así como para todo Israel.
El culto ilícito indujo finalmente a mucha gente a abandonar por
completo al Señor, y a servir a los ídolos. Después de la muerte de
Gedeón, muchos, inclusive su propia familia, participaron en esta
apostasía. El pueblo fué apartado de Dios por el mismo hombre que
una vez había destruído su idolatría.
Son pocos los que se dan cuenta de cuánto abarca la influencia
de sus palabras y hechos. ¡Cuán a menudo los errores de los padres
producen los efectos más desastrosos sobre sus hijos y sobre los
hijos de sus hijos, mucho después de bajar a la tumba los protago-
nistas mismos! Cada uno ejerce cierta influencia sobre los demás,
y se le tendrá por responsable del resultado de esa influencia. Las
palabras y los hechos ejercen gran poder y en el largo más allá se
verán los efectos de la existencia que vivimos aquí. La impresión
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causada por nuestras palabras y nuestras acciones redundará segu-
ramente en bendición o maldición para nosotros. Este pensamiento
da una pavorosa solemnidad a la vida, y debe impulsarnos a rogar
humildemente a Dios que nos guíe por su sabiduría.