Página 573 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El primer rey de Israel
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Desde los tiempos de Josué, jamás había sido administrado el
gobierno con tanta sabiduría y éxito como durante la administración
de Samuel. Investido por la divinidad con el triple cargo de juez,
profeta y sacerdote, había trabajado con infatigable y desinteresado
celo por el bienestar de su pueblo, y la nación había prosperado
bajo su gobierno sabio. Se había restablecido el orden, se había
fomentado la piedad, y el espíritu de descontento se había refrenado
momentáneamente; pero con el transcurso de los años el profeta se
vió obligado a compartir con otros la administración del gobierno,
y nombró a sus dos hijos para que le ayudaran. Mientras Samuel
continuaba desempeñando en Rama los deberes de su cargo, los
jóvenes administraban justicia entre el pueblo en Beer-seba, cerca
del límite meridional del país.
Con el consentimiento unánime de la nación, Samuel había dado
cargo a sus hijos; pero no resultaron dignos de la elección hecha por
su padre. Por medio de Moisés, el Señor había dado instrucciones
especiales a su pueblo para que los gobernantes de Israel juzgaran
con rectitud, trataran con justicia a la viuda y al huérfano, y no
recibieran sobornos de ninguna clase. Pero los hijos de Samuel
“se ladearon tras la avaricia, recibiendo cohecho y pervirtiendo el
derecho.” Los hijos del profeta no acataban los preceptos que él había
tratado de inculcarles. No imitaban la vida pura y desinteresada de su
padre. La advertencia dirigida a Elí no había ejercido en el ánimo de
Samuel la influencia que debiera haber ejercido. El había sido, hasta
cierto grado, demasiado indulgente con sus hijos, y los resultados
eran obvios en su carácter y en su vida.
La injusticia de estos jueces causó mucho desafecto, y así pro-
porcionó al pueblo un pretexto para insistir en que se llevara a cabo
el cambio que por tanto tiempo había deseado secretamente. “Todos
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los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Samuel en Rama,
y dijéronle: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no van por tus
caminos: por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como
todas las gentes.” Véase
1 Samuel 8-12
.
No se le había hablado a Samuel de los abusos cometidos por
sus hijos contra el pueblo. Si él hubiera conocido la mala conducta
de sus hijos, les habría quitado sus cargos sin tardanza alguna; pero
esto no era lo que deseaban los peticionarios. Samuel vió que lo
que los movía en realidad era el descontento y el orgullo y que su