Página 583 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El primer rey de Israel
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diciendo: “No morirá hoy ninguno, porque hoy ha obrado Jehová
salud en Israel.”
Con esto dió Saúl testimonio del cambio realizado en su carácter.
En vez de atribuirse el honor, dió a Dios toda la gloria. En vez de
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manifestar un deseo de venganza, mostró un espíritu de compasión
y perdón. Este es un testimonio inequívoco de que la gracia de Dios
mora en el corazón.
Samuel propuso entonces que se convocara una asamblea nacio-
nal en Gilgal, para que el reino fuese públicamente confiado a Saúl.
Se hizo así; “y sacrificaron allí víctimas pacíficas delante de Jehová;
y alegráronse mucho allí Saúl y todos los de Israel.”
Gilgal había sido el sitio donde Israel había acampado por pri-
mera vez en la tierra prometida. Allí fué donde Josué, por indicación
divina, erigió la columna de doce piedras para conmemorar el cru-
ce milagroso del Jordán. Allí se había reanudado la práctica de la
circuncisión. Allí se había celebrado la primera pascua después del
pecado de Cades y la peregrinación en el desierto. Allí cesó el su-
ministro del maná. Allí el Capitán de la hueste de Jehová se había
revelado como comandante en jefe de los ejércitos de Israel. De
ese sitio habían salido para conquistar a Jericó y a Hai. Allí Acán
recibió el castigo de su pecado, y se hizo con los gabaonitas aquel
tratado que castigó la negligencia de Israel en cuanto a pedir consejo
a Dios. En esa llanura, vinculada con tantos recuerdos conmovedo-
res, estaban Samuel y Saúl; y cuando los gritos de bienvenida al rey
se hubieron acallado, el anciano profeta pronunció sus palabras de
despedida como gobernante de la nación.
“He aquí—dijo él,—yo he oído vuestra voz en todas las cosas
que me habéis dicho, y os he puesto rey. Ahora pues, he aquí vuestro
rey va delante de vosotros. Yo soy ya viejo y cano; ... y yo he andado
delante de vosotros desde mi mocedad hasta este día. Aquí estoy;
atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he
tomado el buey de alguno, o si he tomado el asno de alguno, o si he
calumniado a alguien, o si he agraviado a alguno, o si de alguien he
tomado cohecho por el cual haya cubierto mis ojos: y os satisfaré.”
A una voz el pueblo contestó: “Nunca nos has calumniado, ni
agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún hombre.”
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Samuel no procuraba meramente justificar su propia conducta.
Había expuesto previamente los principios que debían regir tanto