Página 589 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La presunción de Saúl
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en Michmas, me dije: Los Filisteos descenderán ahora contra mí a
Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Esforcéme pues, y
ofrecí holocausto.
“Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guar-
daste el mandamiento de Jehová tu Dios, que él te había intimado;
porque ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para
siempre. Mas ahora tu reino no será durable: Jehová se ha buscado
varón según su corazón, al cual Jehová ha mandado que sea capitán
sobre su pueblo.... Y levantándose Samuel, subió de Gilgal a Gabaa
de Benjamín.”
O Israel debía dejar de ser el pueblo de Dios, o el principio en
que se fundaba la monarquía debía mantenerse y la nación debía
ser gobernada por un poder divino. Si Israel quería pertenecer en-
teramente al Señor, si la voluntad de lo humano y de lo terrenal se
mantenía en completa sujeción a la voluntad de Dios, él continuaría
siendo el Soberano de Israel. Sería él su defensa mientras el rey y
el pueblo se condujeran como subordinados a Dios. Pero ninguna
monarquía podía prosperar en Israel si no reconocía en todas las
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cosas la autoridad suprema de Dios.
Si en esta hora de prueba Saúl hubiera demostrado alguna con-
sideración por los requerimientos divinos, el Señor podría haber
realizado su voluntad por medio de él. Al fracasar entonces demos-
tró que no era apto para desempeñar el cargo de vicegerente de Dios
ante su pueblo. Más bien descarriaría a Israel. Su voluntad, y no la
voluntad de Dios, sería el poder dominador. Si Saúl hubiera sido fiel,
su reino se habría afirmado para siempre; pero en vista de que había
fracasado, el propósito de Dios debía ser alcanzado por medio de
otro. El gobierno de Israel debía ser confiado a quien gobernara al
pueblo de acuerdo con la voluntad del Cielo.
No sabemos cuáles son los grandes intereses que pueden hallarse
en juego cuando Dios nos prueba. No hay seguridad excepto en la
obediencia estricta a la palabra de Dios. Todas sus promesas se han
hecho bajo una condición de fe y obediencia, y el no cumplir sus
mandamientos impide que se cumplan para nosotros las abundantes
provisiones de las Escrituras. No debemos seguir nuestros impulsos,
ni depender de los juicios de los hombres; debemos mirar a la vo-
luntad revelada de Dios y andar de acuerdo con sus mandamientos
definitivos, cualesquiera que sean las circunstancias. Dios se hará