Página 592 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
que siguió, tomando equivocadamente a sus propios soldados como
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enemigos, los filisteos comenzaron a matarse mutuamente.
Pronto se oyó en el campamento de Israel el ruido de la batalla.
Los centinelas del rey le informaron que había una gran confusión
entre los filisteos, y que su número estaba disminuyendo. Sin embar-
go, no había noticia de que alguna parte del ejército hebreo hubiera
salido del campamento. Al inquirir sobre el asunto, se comprobó
que nadie se había ausentado del campamento excepto Jonatán y su
escudero. Pero viendo que los filisteos iban perdiendo, Saúl llevó
su ejército a participar en el asalto. Los desertores hebreos que se
habían pasado al enemigo se volvieron ahora contra él; gran número
salió también de sus escondites, y mientras los filisteos huían el
ejército de Saúl les infligió terribles estragos.
Resuelto a aprovechar hasta lo sumo su ventaja, el rey prohibió
precipitadamente a sus soldados que comieran alimento alguno
durante todo el día, y reforzó su mandamiento por esta solemne
imprecación: “Cualquiera que comiere pan hasta la tarde, hasta
que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito.” Ya se
había ganado la victoria, sin el conocimiento ni la cooperación de
Saúl; pero él esperaba distinguirse mediante la destrucción total
del ejército derrotado. La orden de no comer fué motivada por
una ambición egoísta, y demostraba que el rey era indiferente a
las necesidades de su pueblo cuando ellas contrariaban su deseo
de ensalzamiento propio. Y al confirmar esta prohibición mediante
un juramento solemne, demostró Saúl que era profano a la vez
que temerario. Las palabras mismas de la maldición atestiguan
que el celo de Saúl era en favor suyo, y no para la gloria de Dios.
Declaró que su propósito no era “que el Señor fuese vengado de
sus
enemigos,” sino “que haya tomado venganza de
mis
enemigos.”
La prohibición dió lugar a que el pueblo violase el mandamiento
de Dios. Habían estado peleando todo el día, y se sentían débiles por
falta de alimento; y tan pronto como terminaron las horas abarcadas
por la restricción, cayeron sobre el botín de guerra, y devoraron
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carne con sangre, violando así la ley que prohibía comer sangre.
Durante la batalla, Jonatán, que nada sabía del mandamiento del
rey, lo violó inadvertidamente al comer un poco de miel mientras
pasaba por el bosque. Saúl lo supo por la noche. Había declarado
que la violación de su edicto sería castigada con la muerte. Aunque