Página 625 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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David fugitivo
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de carácter, y su valor moral le había ganado el favor del pueblo;
pero cuando fué probado, su fe vaciló, y aparecieron sus debilidades
humanas. Veía en todo hombre un espía y un traidor. En una gran
emergencia, David había mirado a Dios con el ojo firme de la fe, y
había vencido al gigante filisteo. Creía en Dios, y salió a la lucha en
su nombre. Pero mientras se le buscaba y perseguía, la perplejidad y
la aflicción casi habían ocultado de su vista a su Padre celestial.
No obstante, lo que experimentaba servía para enseñar sabiduría
a David; pues le indujo a comprender su propia debilidad, y la
necesidad de depender constantemente de Dios. ¡Cuán preciosa
y valiosa es la dulce influencia del Espíritu de Dios cuando llega
a las almas deprimidas o desesperadas, anima a los de corazón
desfalleciente, fortalece a los débiles e imparte valor y ayuda a los
probados siervos del Señor! ¡Qué Dios tan bondadoso el nuestro,
que trata tan suavemente a los descarriados, y muestra su paciencia
y ternura en la adversidad, y cuando estamos abrumados de algún
gran dolor!
Todo fracaso de los hijos de Dios se debe a la falta de fe. Cuando
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las sombras rodean el alma, cuando necesitamos luz y dirección,
debemos mirar hacia el cielo; hay luz más allá de las tinieblas. David
no debió desconfiar un solo momento de Dios. Tenía motivos para
confiar en él: era el ungido del Señor, y en medio de los peligros
había sido protegido por los ángeles de Dios; se le había armado
de valor para que hiciera cosas maravillosas; y si tan sólo hubiera
apartado su atención de la situación angustiosa en que se encontraba,
y hubiera pensado en el poder y la majestad de Dios, habría estado
en paz aun en medio de las sombras de muerte; habría podido repetir
con toda confianza la promesa del Señor: “Los montes se moverán,
y los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia,
ni el pacto de mi paz vacilará.”
Isaías 54:10
.
En las montañas de Judá, David buscó refugio de la persecución
de Saúl. Escapó sin tropiezo a la cueva de Adullam, sitio que, con
una fuerza pequeña, podía defenderse de un ejército grande. “Lo
cual como oyeron sus hermanos y toda la casa de su padre, vinieron
allí a él.” La familia de David no podía sentirse segura, sabiendo que
en cualquier momento las sospechas irrazonables de Saúl podían
caer sobre ella a causa de su parentesco con David. Ya sabían sus
miembros, como lo sabía la generalidad en Israel, que Dios había