Página 627 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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David fugitivo
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Saúl había hecho preparativos para atrapar y capturar a David en
la cueva de Adullam, y cuando descubrió que David había dejado
ese refugio, el rey se enfureció mucho. La huída de David era un
misterio para Saúl. Sólo podía explicársela por la sospecha de que
había en su campamento traidores que habían puesto al hijo de Isaí
al tanto de su proximidad y sus propósitos.
Afirmó Saúl a sus consejeros que se había tramado una conspi-
ración contra él, y ofreciéndoles ricos presentes y puestos de honor,
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los sobornó para que le revelasen quienes entre su pueblo habían
tratado amistosamente a David. Doeg, el idumeo, se hizo delator.
Movido por la ambición y la avaricia y por el odio al sacerdote, que
había reprobado sus pecados, Doeg dió parte de la visita de David a
Ahimelech, presentando el asunto en forma tal que se encendiera la
ira de Saúl contra el hombre de Dios. La palabra de aquella lengua
perversa, encendida por el mismo infierno, despertó las peores pa-
siones del corazón de Saúl. Loco de ira, declaró que debía perecer
toda la familia del sacerdote. Y el terrible decreto fué ejecutado. No
sólo se mató a Ahimelech, sino que también a los mismos miembros
de la casa de su padre—“ochenta y cinco varones que vestían ephod
de lino,”—les dió muerte, por orden del rey, la mano homicida de
Doeg.
“Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, puso a cuchillo: así a hom-
bres como a mujeres, niños y mamantes, bueyes y asnos y ovejas,
todo a cuchillo.” Esto era lo que Saúl podía hacer bajo el dominio
de Satanás. Cuando Dios declaró que la iniquidad de los amalecitas
estaba rebosando, y le ordenó que los destruyera totalmente, Saúl
se creyó demasiado compasivo para ejecutar la sentencia divina, y
salvó lo que estaba dedicado a la destrucción; pero ahora, sin nin-
gún mandamiento de Dios, bajo la dirección de Satanás, podía dar
muerte a los sacerdotes del Señor, y llevar la ruina a los habitantes
de Nob. Tal es la perversidad del corazón humano que ha rechazado
la dirección de Dios.
Esta acción llenó a todo Israel de horror. El rey a quien ellos
habían escogido era el que había cometido semejante ultraje; y sólo
había procedido a la usanza de los reyes de otras naciones que no
temían a Dios. El arca estaba con ellos; pero los sacerdotes a quienes
solían consultar yacían muertos por la espada. ¿Qué sucedería luego?
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