Página 630 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Los hombres de David aun no querían dejar a Saúl irse en paz, y
le recordaron a su jefe las palabras de Dios: “He aquí que entrego tu
enemigo en tus manos, y harás con él como te pareciere. Y levantóse
David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl.” Pero su
conciencia le remordió después, porque había dañado el manto del
rey.
Saúl se levantó y salió de la cueva para continuar su búsqueda,
cuando sus oídos sorprendidos oyeron una voz que le decía: “¡Mi
Señor, el rey!” Se volvió para ver quién se dirigía a él, y he aquí
que era el hijo de Isaí, el hombre a quien por tanto tiempo había
deseado tener en su poder para matarlo. David se postró ante el
rey, reconociéndole como su señor. Dirigió luego estas palabras a
Saúl: “¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David
procura tu mal? He aquí han visto hoy tus ojos como Jehová te ha
puesto hoy en mis manos en la cueva: y dijeron que te matase, mas
te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor,
porque ungido es de Jehová. Y mira, padre mío, mira aún la orilla
de tu manto en mi mano: porque yo corté la orilla de tu manto, y no
te maté. Conoce pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano,
ni he pecado contra ti; con todo, tú andas a caza de mi vida para
quitármela.”
Cuando Saúl oyó las palabras de David, se humilló, y no pudo
menos de admitir su veracidad. Sus sentimientos se conmovieron
profundamente al darse cuenta de cuán completamente había estado
él en el poder del hombre cuya vida buscaba. David estaba en pie
ante él, consciente de su inocencia. Con ánimo enternecido, Saúl
exclamó: “¿No es ésta la voz tuya, hijo mío David? Y alzando Saúl
su voz lloró.” Luego Saúl le dijo: “Más justo eres tú que yo, que
me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.... Porque
¿quien hallará a su enemigo, y lo dejará ir sano y salvo? Jehová te
pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo. Y ahora,
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... yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de
ser en tu mano firme y estable.” Y David hizo un pacto con Saúl, a
saber, que cuando esto sucediera, miraría con favor la casa de Saúl,
y no raería su nombre.
Conociendo la conducta pasada de Saúl como la conocía, David
no podía depositar ninguna confianza en las seguridades que el rey le
había dado, ni esperar que su arrepentimiento continuase por mucho