Página 632 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
que constantemente intercedía ante Dios en beneficio de los mejores
intereses de su pueblo. La intercesión de Samuel le había impartido
un sentimiento de seguridad, pues “la oración del justo, obrando
eficazmente, puede mucho.”
Santiago 5:16
. El pueblo creyó ahora
que Dios le abandonaba. El rey no le parecía sino un poco menos
que un loco. La justicia se había pervertido, y el orden se había
trocado en confusión.
Dios llamó al descanso a su anciano siervo precisamente cuando
la nación estaba agobiada por luchas internas, y parecía más necesa-
rio que nunca el consejo sereno y piadoso de Samuel. El pueblo se
hacía amargas reflexiones cuando miraba el silencioso sepulcro del
profeta y recordaba cuán insensato había sido al rechazarle como
gobernante; porque había estado tan estrechamente relacionado con
el Cielo, que parecía vincular a todo Israel ante el trono de Jehová.
Samuel era quien les había enseñado a amar y obedecer a Dios; pero
ahora que había muerto, el pueblo se veía abandonado a la merced
de un rey unido a Satanás, que iba separándolo de Dios y del cielo.
David no pudo asistir al entierro de Samuel; pero lloró por él
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tan profunda y tiernamente como un hijo fiel hubiera llorado por
un padre amante. Sabía que la muerte de Samuel había roto otra
ligadura que refrenaba las acciones de Saúl, y se sintió menos seguro
que cuando el profeta vivía. Mientras Saúl dedicaba su atención a
lamentar la muerte de Samuel, David aprovechó la ocasión para bus-
car un sitio más seguro, y huyó al desierto de Parán. Allí fué donde
compuso el salmo 120 y el salmo 121. En ese desierto desolado,
sabiendo que el profeta estaba muerto y que el rey era su enemigo,
cantó así:
“Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
No dará tu pie al resbaladero;
Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
Jehová es tu guardador:
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.