Página 633 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La magnanimidad de David
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Jehová te guardará de todo mal:
El guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida y tu entrada,
Desde ahora y para siempre.”
Salmos 121:2-8
.
Mientras David y sus hombres estaban en el desierto de Parán,
protegieron de las depredaciones de los merodeadores los rebaños
y manadas de un hombre rico llamado Nabal, que tenía vastas pro-
piedades en aquella región. Nabal era descendiente de Caleb, pero
tenía un carácter brutal y mezquino.
Era la época de la esquila, tiempo de hospitalidad. David y sus
hombres estaban en suma necesidad de provisiones; y en conformi-
dad con las costumbres de aquel entonces, el hijo de Isaí envió a
diez jóvenes a Nabal, para que le saludaran en nombre de su jefe y
le dijeran de su parte: “Que vivas, y sea paz a ti, y paz a tu familia,
y paz a todo cuanto tienes. Ha poco supe que tienes esquiladores.
Ahora, a los pastores tuyos que han estado con nosotros, nunca les
hicimos fuerza, ni les faltó algo en todo el tiempo que han estado
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en el Carmelo
Pregunta a tus criados, que ellos te lo dirán. Hallen
por tanto estos criados gracia en tus ojos, pues que venimos en buen
día: ruégote que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo
David.”
David y sus hombres habían sido algo así como una muralla
protectora para los pastores y los rebaños de Nabal; y ahora a este
rico se le pedía que de su abundancia aliviara en algo las necesidades
de aquellos que le habían prestado tan valiosos servicios. Bien
podían David y sus hombres haber tomado de los rebaños y manadas
de Nabal; pero no lo hicieron. Se comportaron honradamente. Pero
Nabal no reconoció la bondad de ellos. La contestación que envió a
David delataba su carácter: “¿Quién es David? ¿y quién es el hijo de
Isaí? Muchos siervos hay hoy que se huyen de sus señores. ¿He de
tomar yo ahora mi pan, mi agua, y mi víctima que he preparado para
mis esquiladores, y la daré a hombres que no sé de dónde son?”
Cuando los jóvenes regresaron con las manos vacías, y relataron
lo acontecido a David, éste se llenó de indignación. Ordenó a sus
hombres que se preparasen para un encuentro; pues había decidido
No el monte Carmelo, sino una localidad de Judá, cercana al pueblo de Maón en las
montañas.