Página 637 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La magnanimidad de David
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miento de David. Pero algunos espías de éste avisaron al hijo de Isaí
que Saúl le perseguía otra vez; y con unos pocos de sus hombres
salió David a averiguar el sitio donde estaban sus enemigos. Ya era
de noche cuando, avanzando sigilosamente, llegaron a un campa-
mento, y vieron delante de sí las tiendas del rey y sus sirvientes.
Nadie los veía; pues el campamento estaba tranquilo y entregado al
sueño. David invitó a sus amigos a que le acompañaran hasta llegar
en medio de sus enemigos. En contestación a su pregunta: “¿Quién
descenderá conmigo a Saúl al campo?” dijo Abisai en seguida: “Yo
descenderé contigo.”
Protegidos por las obscuras sombras de las colinas, David y su
asistente entraron en el campamento del enemigo. Mientras trataban
de averiguar el número exacto de sus enemigos, llegaron adonde
Saúl dormía. Su lanza estaba hincada en la tierra, y había un jarro
de agua a su cabecera; al lado de él yacía Abner, su comandante
en jefe; alrededor de todos ellos estaban los soldados, sumidos en
el sueño. Abisai levantó su lanza, y dijo a David: “Hoy ha Dios
entregado a tu enemigo en tus manos: ahora pues, herirélo luego con
la lanza, cosiéndole con la tierra de un golpe, y no segundaré.” Y
esperó la palabra que le diera el permiso; pero sus oídos escucharon
las palabras susurradas:
“No le mates: porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido
de Jehová, y será inocente? ... Vive Jehová, que si Jehová no lo
hiriere, o que su día llegue para que muera, o que descendiendo en
batalla perezca, guárdeme Jehová de extender mi mano contra el
ungido de Jehová; empero toma ahora la lanza que está a su cabecera,
y la botija del agua, y vámonos. Llevóse pues David la lanza y la
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botija de agua de la cabecera de Saúl, y fuéronse; que no hubo nadie
que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían: porque un
profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos.” ¡Cuán
fácilmente puede el Señor debilitar al más fuerte, quitar la prudencia
del más sabio, y confundir la pericia del más cuidadoso!
Cuando David estuvo a una distancia segura del campamento, se
paró en la cumbre de una colina, y gritó a voz en cuello a la gente
y a Abner, diciéndole: “¿No eres varón tú? ¿y quién hay como tú
en Israel? ¿por qué pues no has guardado al rey tu señor? que ha
entrado uno del pueblo a matar a tu señor el rey. Esto que has hecho,
no está bien. Vive Jehová, que sois dignos de muerte, que no habéis