Página 659 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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David en Siclag
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propósitos de Dios, guardando los prisioneros sin hacerles daño,
para ser devueltos a sus maridos y a sus padres.
Todos los poderes terrenales están bajo el dominio del Ser In-
finito. Al soberano más poderoso, al opresor más cruel, les dice:
“Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante.”
Job 38:11
. El poder de
Dios se ejerce constantemente para contrarrestar los agentes del mal.
Obra de continuo entre los hombres, no para destruirlos, sino para
corregirlos y preservarlos.
Con gran regocijo, los vencedores regresaron a sus casas. Al
llegar adonde estaban los compañeros que se habían quedado atrás,
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los más egoístas e indisciplinados de los cuatrocientos insistieron
en que aquellos que no habían tomado parte en la batalla no debían
compartir el botín; que era suficiente que recobraran a sus esposas
e hijos. Pero David no quiso permitir tal arreglo. “No hagáis eso,
hermanos míos—les dijo,—de lo que nos ha dado Jehová, ... porque
igual parte ha de ser la de los que vienen a la batalla, y la de los
que quedan con el bagaje: que partan juntamente.” Así se arregló el
asunto, y llegó a ser desde entonces ordenanza de Israel que todo el
que estuviera relacionado honorablemente con una campaña militar
debía participar del botín igualmente con los que habían tomado
parte activa en el combate.
Además de haber recuperado todo el botín que les había sido to-
mado en Siclag, David y sus compañeros habían capturado grandes
rebaños y manadas que pertenecían a los amalecitas. Estos rebaños
y manadas fueron llamados “presa de David,” y al regresar a Siclag,
envió de este botín regalos a los ancianos de su propia tribu de Judá.
En esta distribución recordó a todos los que le habían tratado amis-
tosamente a él y a sus compañeros cuando estaban en las montañas
y se veían obligados a huir de lugar a lugar para proteger su vida.
Así reconoció con agradecimiento la bondad y simpatía que tan
preciosas habían sido para el fugitivo perseguido.
Había llegado el tercer día de la vuelta de David y de sus gue-
rreros a Siclag. Mientras trabajaban para reparar las ruinas de sus
hogares, esperaban ansiosamente las noticias del resultado de la
batalla que, por lo que sabían, debía haberse librado entre Israel y
los filisteos. De repente llegó al pueblo un mensajero, “rotos sus
vestidos, y tierra sobre su cabeza.” Véase
2 Samuel 1:2-16
. Fué
llevado en seguida a la presencia de David, ante quien se postró