Página 66 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
en su protección; cuando sintió la profunda y anhelante ternura de
su corazón hacia su primogénito, aprendió la preciosa lección del
maravilloso amor de Dios hacia el hombre manifestado en la dádiva
de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios podían tener en el
Padre celestial. El infinito e inescrutable amor de Dios, manifestado
mediante Cristo, se convirtió en el tema de su meditación de día y
de noche; y con todo el fervor de su alma trató de manifestar este
amor a la gente entre la cual vivía.
El andar de Enoc con Dios no era en arrobamiento o en visión,
sino en el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No se
aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño, pues tenía una obra
que hacer para Dios en el mundo. En el seno de la familia y en sus
relaciones con los hombres, ora como esposo o padre, ora como
amigo o ciudadano, fué firme y constante siervo de Dios.
Su corazón estaba en armonía con la voluntad de Dios; pues
“¿andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?”
Amós 3:3
. Y
este santo andar continuó durante trescientos años. Muchos cristia-
nos serían más fervientes y devotos si supiesen que tienen sólo poco
tiempo que vivir, o que la venida de Cristo está por suceder. Pero en
el caso de Enoc su fe se fortalecía y su amor se hacía más ardiente a
medida que pasaban los siglos.
Enoc poseía una mente poderosa, bien cultivada, y profundos
conocimientos. Dios le había honrado con revelaciones especiales;
sin embargo, por el hecho de que estaba en continua comunión con el
cielo, y reconocía constantemente la grandeza y perfección divinas,
fué uno de los hombres más humildes. Cuanto más íntima era su
unión con Dios, tanto más profundo era el sentido de su propia
debilidad e imperfección.
Afligido por la maldad creciente de los impíos, y temiendo que
la infidelidad de esos hombres pudiese aminorar su veneración hacia
Dios, Enoc eludía el asociarse continuamente con ellos, y pasaba
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mucho tiempo en la soledad, dedicándose a la meditación y a la
oración. Así esperaba ante el Señor, buscando un conocimiento más
claro de su voluntad a fin de cumplirla. Para él la oración era el
aliento del alma. Vivía en la misma atmósfera del cielo.
Por medio de santos ángeles, Dios reveló a Enoc su propósito
de destruir al mundo mediante un diluvio, y también le hizo más
manifiesto el plan de la redención. Mediante el espíritu de profecía