Página 671 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El reinado de David
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voluntario; pero el Señor no podía aceptar el servicio, porque no
se cumplía de acuerdo con sus instrucciones. Los filisteos, que no
conocían la ley de Dios, habían puesto el arca sobre una carreta
cuando la devolvieron a Israel, y el Señor aceptó el esfuerzo que
ellos habían hecho. Pero los israelitas tenían en sus manos una
declaración precisa de lo que Dios quería en estos asuntos, y al
descuidar estas instrucciones deshonraban a Dios.
Uzza incurrió en la culpa mayor de presunción. Al transgredir
la ley de Dios había aminorado su sentido de la santidad de ella,
y con sus pecados inconfesos, a pesar de la prohibición divina,
había presumido tocar el símbolo de la presencia de Dios. Dios no
puede aceptar una obediencia parcial ni una conducta negligente con
respecto a sus mandamientos. Mediante el castigo infligido a Uzza,
quiso hacer comprender a todo Israel cuán importante es dar estricta
obediencia a sus requisitos. Así la muerte de ese solo hombre, al
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inducir al pueblo a arrepentirse, había de evitar la necesidad de
aplicar castigos a miles.
Al ver caer a Uzza, David, reconociendo que su propio corazón
no estaba del todo en armonía con Dios, tuvo temor al arca, no fuese
que alguno de sus pecados le acarreara castigos. Pero Obed-edom,
aunque se alegró temblando, dió la bienvenida al sagrado símbolo
como garantía del favor de Dios a los obedientes. La atención de
todo Israel se dirigió ahora hacia el geteo y su casa, para observar
cómo les iría con el arca. “Y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda
su casa.”
La reprensión divina realizó su obra en David. Le indujo a
comprender como nunca antes la santidad de la ley de Dios, y la
necesidad de obedecerla estrictamente. El favor manifestado a la
casa de Obed-edom infundió nuevamente en David la esperanza de
que el arca pudiera reportarle bendiciones a él y a su pueblo.
Al cabo de tres meses, resolvió hacer un nuevo esfuerzo para
transportar el arca, y esta vez tuvo especial cuidado de cumplir en
todo detalle las instrucciones del Señor. Volvió a convocar a todos
los hombres principales de la nación, y una congregación enorme se
reunió alrededor de la morada del geteo. Con cuidado reverente se
colocó el arca en los hombros de personas divinamente designadas;
la multitud se puso en fila, y con corazones temblorosos los que
participaban en la vasta procesión se pusieron en marcha. Cuando