Página 674 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
del sol poniente bañaban el tabernáculo con luz santificada elevó él
su corazón en gratitud hacia Dios porque el símbolo bendito de su
presencia estaba ahora tan cerca del trono de Israel.
Meditando así, David se volvió hacia su palacio, “para bendecir
su casa.” Pero alguien había presenciado la escena de regocijo con
un espíritu muy diferente del que impulsó el corazón de David. “Y
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como el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que
Michal hija de Saúl, miró desde una ventana, y vió al rey David
que saltaba con toda su fuerza delante de Jehová: y menosprecióle
en su corazón.” En la amargura de su ira, ella no pudo aguardar el
regreso de David al palacio, sino que salió a su encuentro, y cuando
él la saludó bondadosamente, soltó un torrente de palabras amargas
pronunciadas en tono mordaz, diciendo: “¡Cuán honrado ha sido
hoy el rey de Israel, desnudándose hoy delante de las criadas de sus
siervos, como se desnudara un juglar!”
David consideró que Mical había menospreciado y deshonrado
el servicio de Dios, y le contestó severamente: “Delante de Jehová,
que me eligió más bien que a tu padre y a toda tu casa, mandándome
que fuese príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel, danzaré
delante de Jehová. Y aún me haré más vil que esta vez, y seré bajo
a mis propios ojos; y delante de las criadas que dijiste, delante de
ellas seré honrado.” Al reproche de David se agregó el del Señor: A
causa de su orgullo y arrogancia, Mical “nunca tuvo hijos hasta el
día de su muerte.”
Las ceremonias solemnes que acompañaron el traslado del arca
habían hecho una impresión duradera sobre el pueblo de Israel, pues
despertaron un interés más profundo en el servicio del santuario y
encendieron nuevamente su celo por Jehová. Por todos los medios
que estaban a su alcance, David trató de ahondar estas impresiones.
El servicio de canto fué hecho parte regular del culto religioso, y
David compuso salmos, no sólo para el uso de los sacerdotes en el
servicio del santuario, sino también para que los cantara el pueblo
mientras iba al altar nacional para las fiestas anuales. La influencia
así ejercida fué muy abarcante, y contribuyó a liberar la nación de
las garras de la idolatría. Muchos de los pueblos vecinos, al ver la
prosperidad de Israel, fueron inducidos a pensar favorablemente en
el Dios de Israel, que había hecho tan grandes cosas para su pueblo.
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