Página 679 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El reinado de David
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sólo renunciaron a la guerra, sino que pagaron tributo a Israel. David
prosiguió con vigor la guerra contra Ammón, hasta que cayeron sus
fortalezas y toda la región quedó bajo el dominio de Israel.
Los peligros que habían amenazado a la nación con la destruc-
ción total, resultaron, mediante la providencia de Dios, en medios de
llevarla a una grandeza sin precedente. Al conmemorar sus notorios
libramientos, David cantó así:
“Viva Jehová, y sea bendita mi roca;
Y ensalzado sea el Dios de mi salud:
El Dios que me da las venganzas,
Y sujetó pueblos a mí.
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Mi libertador de mis enemigos:
Hicísteme también superior de mis adversarios;
Librásteme de varón violento.
Por tanto yo te confesaré entre las gentes, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre.
El cual engrandece las saludes de su rey,
Y hace misericordia a su ungido,
A David y a su simiente, para siempre.”
Salmos 18:46-50
.
Y mediante los cantos de David se inculcó al pueblo el pensa-
miento de que Jehová era su fortaleza y su libertador:
“El rey no es salvo con la multitud del ejército:
No escapa el valiente por la mucha fuerza.
Vanidad es el caballo para salvarse:
Por la grandeza de su fuerza no librará.”
“Tú, oh Dios, eres mi Rey:
Manda saludes a Jacob.
Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos:
En tu nombre atropellaremos a nuestros adversarios.
Porque no confiaré en mi arco,
Ni mi espada me salvará.
Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos,
Y has avergonzado a los que nos aborrecían.”