La rebelión de Absalón
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Cuando Joab, encabezando la primera columna, pasó por donde es-
taba su rey, el vencedor de cien batallas inclinó su cabeza orgullosa
para oír el último mensaje del monarca que, con voz temblorosa, le
decía: “Tratad benignamente
por amor de mí
al mozo Absalom.” Y
a Abisai e Ittai les hizo el mismo encargo: “Tratad benignamente
por amor de mí
al mozo Absalom.” Pero la solicitud y el cuidado
del rey, que parecía declarar que quería más a Absalón que al reino,
aun más que a los súbditos fieles a su trono, no hizo sino aumentar
la indignación de los soldados contra el hijo desnaturalizado.
La batalla se riñó en un bosque cercano al Jordán, donde las
grandes fuerzas del ejército de Absalón no eran sino una desventaja
para él. Entre las espesuras y los pantanos del bosque, estas tropas
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indisciplinadas se confundieron y se volvieron ingobernables. “Y
allí cayó el pueblo de Israel delante de los siervos de David, e hízose
allí en aquel día una gran matanza de veinte mil hombres.” Viendo
Absalón que la jornada estaba perdida, se dió vuelta para huir, pero
se le trabó la cabeza entre dos ramas de un árbol muy extendido, y su
mula, saliéndose de debajo de él, le dejó suspendido inerme, y presa
fácil para sus enemigos. En esta condición lo encontró un soldado,
que por no disgustar al rey, le perdonó la vida, pero informó a Joab
de lo que había visto. Joab no se dejó refrenar por ningún escrúpulo.
El había tratado amistosamente a Absalón, y obtenido dos veces una
reconciliación con David, pero su confianza había sido traicionada
vergonzosamente. De no haber obtenido Absalón ventajas por la
intercesión de Joab, esta rebelión, con todos sus horrores, no habría
ocurrido. Ahora estaba en la mano de Joab destruir de un solo golpe
al instigador de toda esta maldad. “Y tomando tres dardos en sus
manos, hincólos en el corazón de Absalom, que aun estaba vivo en
medio del alcornoque.... Tomando después a Absalom, echáronle
en un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un muy grande
montón de piedras.”
Así perecieron los causantes de la rebelión en Israel. Achitophel
había muerto por su propia mano. Absalón, el de aspecto principesco,
cuya hermosura gloriosa había sido el orgullo de Israel, había sido
abatido en pleno vigor de la juventud, su cadáver arrojado a un hoyo
y cubierto de un montón de piedras, en señal de oprobio eterno.
Durante su vida Absalón se había construído un monumento costoso